Las cifras son estremecedoras:
37 millones de cuentas del sitio AshleyMadison.com fueron vulneradas y expuestas a la opinión pública. 37 millones de personas, detrás de cada una de esas cuentas, vieron cómo su privacidad más secreta se convirtió, luego de un sólo click, en tema de debate en medios de comunicación.
El impacto es aún mayor si ponemos esas cifras en contexto: El escándalo afecta a una población que equivale a los habitantes de Chile, Bolivia y Paraguay juntos.
Y eso no es lo que más nos asusta. La verdadera catástrofe no tiene sólo que ver con la magnitud del escándalo; hackeos ha habido antes. Sony, Home Depot, etc. han sufrido ataques informáticos que han expuesto los datos (nombres, correo electrónicos) de sus usuarios. Algunos incluso han puesto en peligro las finanzas de sus suscriptores luego que los piratas informáticos robaran los datos de sus las tarjetas de crédito.
Esto es muy distinto.
1 de cada 100 usuarios de internet, en promedio, vio cómo su nombre y su apellido, junto a sus características físicas y -esto es lo realmente grave- sus preferencias sexuales y fantasías más íntimas se convertían en información pública ordenada y disponible en un directorio. Estos "trapos sucios" que se expusieron, dependiendo del contexto en el que vive cada uno de los potenciales infieles, podrían tener consecuencias como despidos (un gran número de las cuentas fueron inscritas con correos corporativos), divorcios, cárcel y, en casos más extremos, ejecuciones. El escándalo de Ashley Madison hizo que Internet, ese lugar virtual que une al mundo, se sintiera menos seguro.
Es más, en Estados Unidos, algunos medios de comunicación han calificado al acto, llevado a cabo por un grupo de hackers que no tuvo miramientos en afectar carreras, matrimonios, relaciones y amistades de millones de personas, como terrorismo. Por supuesto, nada de esto es nuevo. Todos conocían el sitio, todos sabían para qué sirve. Y a nadie lo obligaron a inscribirse.
Por estos días, el tema de conversación en muchos de los principales foros virtuales de Estados Unidos (4chan, Reddit) están llenos de usuarios que buscan las bases de datos más completas que siguen actualizándose. ¿Para qué? La respuesta es simple: Para ver si eres el primero en encontrar a alguna celebridad y poder exponerla o bien para buscar a tus conocidos en la interminable lista.
¿Te atreverías hoy a registrarte en un sitio de citas y poner tus datos?
Una vez que se hizo oficial el ataque y la filtración de los datos, Ashley Madison publicó un comunicado en el que comentó:
"El mundo actual de los negocios ha probado que es un lugar donde los activos de ninguna compañía online están a salvo del cyber-vandalismo". Esta lapidaria oración incluye no sólo sitios en los que puedes buscar pareja. También agrupa a empresas que manejan tus llamadas, tus mensajes de texto, tu agenda y tus finanzas; también donde compras tus alimentos, ropa y, por supuesto, donde guardas tus fotografías, videos y correos electrónicos.
John Herman, conocido consultor de Internet, comentó en una entrevista con The Washington Post: "
Desde el punto de vista más abstracto, este hackeo tiene el potencial de cambiar la relación entre las personas y los dispositivos, apps y servicios que usan a diario. Es un poderoso recordatorio de la imposibilidad de conseguir la privacidad perfecta". Claro, porque según los expertos todos tienen algún secreto, algo de qué avergonzarse. Y nadie, absolutamente nadie, puede estar seguro que esa información no descansa en algún servidor, lista para ser buscada y publicada.
Pese al pánico, es probable que el mundo digital siga como si nada...
Dado que el peligro de los ataques informáticos es parte del juego, la opción es una: Si luego del análisis se determina que la privacidad es más relevante que la comodidad, es necesario borrar todas las aplicaciones que almacenan datos personales. Es decir, hay que decirle adiós a GoogleMaps, Facebook, Twitter, Instagram, etc. O bien, de plano decirle adiós al smartphone, para evitar los datos fantasma que quedan guardados. Hay que volver a los lápices, las calculadoras a pila y olvidarse de la vida en redes sociales.
Eso no va a pasar. Al menos no a nivel masivo, eso es seguro. Lo más probable es que, pese a que va a haber un segundo de duda antes de cada uno los nuevos posts, las fotos o las suscripciones a páginas para adultos,; el flujo de información se mantenga intacto. Algo sí es cierto: Mientras el mundo digital sigue girando, miles de abogados estarán preparando sus agendas para los nuevos divorcios que deberán manejar. Oficiales del ejército continuarán buscando a los subalternos que cometieron el error de registrarse en Ashley Madison con sus cuentas oficiales. Y millones de personas seguirán navegando en busca de nombres de conocidos en las interminables bases de datos que aparecen cada minuto.
Todo es parte de una nueva internet, un poco más paranoica, igual de insegura (sólo que ahora conocemos mejor los peligros) y un poco menos entretenida que hace unos minutos.