Una pareja entra a un sexshop en busca de un juguete para reactivar su sexualidad. Él le propone un consolador pequeño, del tamaño de un dedo meñique. Ella se acerca a la vitrina que presenta los más grandes, con mayores regulaciones de velocidad e incluso mira los que llegan a ser grotescos visualmente. El vendedor los observa atentos. Ella está eufórica. Él, avergonzado y cauto. Ella le dice que quiere ése, el grande y grueso. Él le pregunta que para qué quiere eso, si solo le bastaría con una pequeña cápsula que vibre para complementar el juego. Ella insiste. Él asiente y baja la cabeza. Su hombría se fue al suelo… Y la fantasía de ella llegó al cielo…
El vendedor se pregunta qué habrá pasado cuando llegaron a casa y si finalmente lo habrán usado juntos o habrá terminado usándolo sola cuando él no está. No lo sabemos, pero sin duda alguna fue tema en su relación. Y lo más probable es que él tampoco lo haya compartido con nadie, menos con sus amigos. Le habrían dicho seguro que es porque ella está insatisfecha. Y no, no está insatisfecha, solo explora.
¿Por qué los hombres se espantan con los juguetes eróticos y las mujeres se espantan cuando se enteran que ellos ven pornografía? ¿Son ambas vías de excitación o de sanción? Depende de quienes protagonicen la historia. Lo importante es entender que en la vida hay actividades y placeres que cada uno/a prefiere experimentar de distinta manera. Así, un catador de vinos puede gustar de paladear solo un varietal o puede disfrutar hacerlo acompañado de conocedores o de amigos.
Entonces, si tu pareja quiere ver pornografía o incorporar juguetes sexuales o lo que sea, en vez de sentirte rechazado/a o preocupado/a, puedes usar eso a tu favor, interesándote por sus nuevos o viejos gustos, y mirar de una manera lúdica el fondo del tema. En definitiva, que no sienta que son temas tabúes, prohibitivos, sino que por el contrario, en ti tiene a una persona dispuesta a ayudarlo a llevar a cabo tanto sus fantasías como las tuyas, pues ambas fortalecerán el lazo y el encanto de la relación.
Así que dale rienda suelta a tu mente y a la suya, ¡y aprende a jugar! Y recuerda que no todas las fantasías son llevables a la realidad y que el porno sigue siendo una película, es decir, fantasía.
Saludos,
Karen Uribarri, periodista diplomada en Sexualidad.