En la esquina de Libertad con Companñía, en medio de maestros uniformadps, vistiendo un overol azul y mimetizado con los demás trabajadores, está Rodrigo Peón-Veiga, que ideó y financió NAVE. Este es un proyecto familiar que se ha vuelto tan importante para él que cuando no está en su trabajo en Rancagua, como gerente de una empresa de transportes para la industria minera, está en Santiago colaborando en la construcción diaria: haciendo escaleras, cortando los pilares de madera para la carpa del techo y aportando en lo que pueda.
María Teresa Petric, su mujer, siempre ha estado muy vinculada al arte, sobre todo a las visuales. “Me interesa la vida del artista, que me parece tan sacrificada, eso de trabajar y a la vez inspirarse. Lo encuentro tan difícil, porque uno se mueve más en mundos concretos, como que no necesitas introspección”.
En el recorrido por los 2 mil m2 construidos, diseñados por el arquitecto Smiljan Radic, se encuentra la Sala Blanca, que con 130 m2 cuenta con un piso especialmente importado, y la Sala Negra, con 750 m2 de capacidad, la más grande. Además, el edificio tiene una residencia para artistas, que utiliza un ala completa y está equipada para albergar a 10 personas de manera simultánea, los que tienen la posibilidad de acceder a las salas de ensayo y espacios de trabajo acondicionados para la práctica de la danza. Los artistas, en retribución, deben generar instancias de apertura a la comunidad, como talleres y laboratorios para transmitir sus conocimientos.
Nave es un espacio de vanguardia, que revaloriza la función de los privados en el arte. Sigue leyendo cómo los Peón-Veiga Petric se convirtieron en los nuevos mecenas de la danza en
Revista Viernes de La Segunda.
