Jeremy Scott es uno de los diseñadores cuya moda habla por sí sola. Ya lo venía haciendo en Adidas y desde 2013, para la firma de la que es director creativo, Moschino. (imágen de su desfile de ayer en Milán)
EFE
MILÁN.- La moda, un objeto de arte para muchos que la aprecian, o un aspecto más de la banalidad humana para los que no la quieren ver como expresión estética. Sea como sea, y analizando los desfiles que desde el miércoles se han realizado en Milán, considerada desde siempre la capital de la mismísima moda, cabe preguntarse si en la actualidad, en esta industria que muele millones anualmente existe un espacio para hablar de la cultura actual y de los sucesos que acontecen el día a día mundial. Y para algunos presentes en la ciudad lombarda, la impresión es que esperaban un poco más de la Semana de la Moda milanesa, en cuanto a expresión artística y de denuncia.
¿Por qué presenta Gucci su lujosa moda en una nave industrial? ¿Qué dice de la colección de Prada el picoteo del cóctel que la firma realizó después de su desfile? ¿Dónde se habla de los acontecimientos que sacuden el mundo actual? Está claro que los desfiles de la Semana de la Moda de Milán se centran en la moda primavera/verano 2016. Pero uno esperaría algo más. Ya comentaba a principio de año, la reputada experta en tendencias, Li Edelkoort, que la moda calla, que está muerta, que hay muy poca innovación y demasiada presión para vender y sobre todo, puro marketing. ¿Tenía razón? No siempre, parece.
La Semana de la Moda de Milán dura seis días, con 12 desfiles por jornada y decenas de presentaciones. Y ya el mismo día de la inauguración hubo una hermosa sorpresa, con la moda de Stella Jean, que sí nos habló. La pacífica coexistencia de distintas culturas es un deseo constante en esta creadora hija de un italiano y una haitiana. Y en esta ocasión tradujo la historia migratoria de los italianos en prendas llenas de fantasía que no sólo hablan del pasado. "Hoy, cuando queremos emigrar tomamos un vuelo de bajo coste. Pero por el contrario, la gente de otras partes del mundo se juega la vida (en ello)". Son el tipo de frases que uno recibe de Stella Jean.
En el caso de Alessandro Michele, antes de que su colección hablara, ya se hablaba de él. "Gucci, la gran apuesta", tituló la revista especializada "TextilWirtschaft", cuando Michele puso patas arriba la firma italiana, de la que es diseñador jefe desde principios de año.
Y para la tarde del miércoles, día en que mostró sus creaciones, el escenario fue el siguiente: Una vieja nave industrial y un patio. La lluvia golpeaba Milán y aunque el tejado del pabellón estaba cerrado, los laterales estaban abiertos. Todo lo contrario a lo que ocurría antes de la llegada de Michele a Gucci, cuando la firma solía hacer sus desfiles en un teatro del centro de la ciudad. Eso, sin hablar de su moda, la que acumula tantos detalles e inspiraciones en un mismo look que durante el desfile casi se pierde la perspectiva. Su moda puede describirse con adjetivos como soñador, intelectual o excéntrica, que no coinciden con la clientela tradicional de Gucci; toda una revolución para la firma.
A última hora de ese mismo miércoles llega Philipp Plein y el gran espectáculo está garantizado, o se ama o se detesta su moda. Rock, punk, glamour y a menudo tremendamente llamativo. En realidad, parecía un ejemplo de la tesis de Edelkoort y que la moda era muda. Pero luego llegaron las modelos, que se deslizaron sobre una especie de cinta de correr, acompañadas de brazos robóticos que les acercaban los complementos. Detrás parece haber un fuerte mensaje: la dependencia del ser humano a la tecnología.
Un mundo en el que Edelkoort confiaba
El jueves comenzó con Max Mara. Según el programa, el desfile trataba sobre un viaje en barco, pero en realidad se refería a Simbad el Marino, y no a los traficantes de personas. Así que lo que se ven son chaquetas con hileras de botones y pantalones marineros, rayas, grandes estrellas y estampados con ojos de buey. En los tiempos que corren no es fácil dejase llevar sin más por esta temática.
Un par de horas después llegó el punto álgido que toda Semana de la Moda de Milán. Cualquier cosa que Prada diseñe inspira al mercado de masas. Y, voilá, otra vez el traje, un tema ya pasado y visto y re visto en las pasarelas. Pero a Miuccia Prada le gusta nadar a contracorriente, por eso es insustituible en el mundo de la moda italiana. Tras el desfile esperan los bocaditos del cóctel, de colores y envueltos en plástico. Son una copia comestible de los diseños que acababan de verse: creaciones con rayas y transparencias.
Hoy, viernes, en el ecuador de la Semana, apareció por primera vez Giorgio Armani en lo que han sido los días de moda en Milán. Mostró su colección Emporio, pero su línea estrella llegará recién el lunes. A sus 81 años y 40 después de la fundación de su firma, el modisto publicó un libro en el que ordena su obra, recordando sus comienzos, cuando el mundo de la moda era otro, uno el que Li Edelkoort confiaba.