LUVE, Suazilandia.- Con una diadema de plástico sobre su cabello trenzado, zapatillas deportivas y un pareo tradicional suazi, la princesa Sikhanyiso Dlamini, hija del rey Mswati III, se marca un rap.
"¿Dónde está mi próxima respiración, la que me has prometido? Majestad, hablaré de tu fidelidad y honestidad", entona esta joven de 28 años, encadenando las palabras casi sin interrupción.
La princesa, que eligió Pashu como nombre artístico, se considera una guardiana de la cultura de Suazilandia, un pequeño Estado africano y última monarquía absoluta del continente. De su boca sale un torrente de rimas, entre soul y rap.
"Mi sentido del hip-hop -dice- viene de las tradiciones culturales suazies. Me inspiran". "Se parece al rap. De ahí nos viene el ritmo".
A su alrededor, unas jóvenes se preparan para la tradicional danza de los juncos, vitrina anual de folclore local que atrae a decenas de miles de adolescentes del reino, con los senos al aire y acicaladas con pompones. La princesa, patrona de las vírgenes de toda la nación, va a la cabeza.
La música también es una ocasión para Pashu de alabar a Mswati III, en el poder desde 1986.
En un video colgado en internet, Pashu, con pestañas postizas, parece una princesa de cuento de hadas, con una corona destellante a juego con el vestido.
"Tú eres el padre, eres el jefe, eres el héroe, exaltado como un príncipe del pueblo. Tu gloria es mágica. Aclamemos a nuestra majestad. Porque no hay nadie como tú. ¡Oh, tú eres el Dios de las naciones!", canta.
No por ello olvida las obligaciones de su rango. Estudió en Inglaterra, Estados Unidos y Australia, donde obtuvo un máster en comunicación digital, es miembro del consejo real, que puede oponer un veto en el parlamento, y del consejo de administración de la única operadora de telefonía móvil del país, MTN Swaziland.
También dirige una fundación para la emancipación de las mujeres, y espera que "el corazón de la gente cambie en el reino", para que los fondos de ayuda al desarrollo vayan a parar a los que los necesitan y no a los políticos corruptos.
Lujo
"Es un problema poner a gente codiciosa en el poder, dice. Es un problema en una sociedad como Suazilandia, porque al final se acaba acusando (a la monarquía) de todo lo que pasa".
Unas declaraciones destinadas a proteger al rey, acusado de despilfarro por sus detractores. El soberano, con 15 esposas y unos 30 hijos, se atribuyó un subsidio de 61 millones de dólares para su familia en 2014, pese a que el 63% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
En una entrevista en 2009 para el diario del campus de la universidad de Biola en California, Sikhanyiso Dlamini estimó que la única ventaja de una princesa es "permitirse tener un modo de vida lujoso".
Un estilo de vida hecho público el año pasado, cuando una cuenta Twitter divulgó fotografías de miembros de la familia real. Entre ellos Sikhanyiso Dlamini, con pose glamour en el borde de una piscina de un hotel de Cannes, en el sur de Francia.
La princesa también hizo hablar de ella al cuestionar en Twitter al principal partido de oposición. "Suazilandia es el país más democrático del mundo", afirmó pese a que los partidos están prohibidos desde 1973 en este país, situado entre Sudáfrica y Mozambique.
Una asistente real le hace una seña: es hora de marcharse. Sikhanyiso Dlamini se levanta y se abre paso cantando para conducir a decenas de miles de jovencitas a la aldea real.