REVISTA VIERNES DE LA SEGUNDAMarcia Bodero (38) vive en Holanda. Es veterinaria, pero se dedica a la industria alimentaria y actualmente estudia en una de las universidades más prestigiosas del país, en Wageningen, donde se dedica a desarrollar su doctorado en toxicología. A la tierra de nueve premios nobel en física y tres en química y fisiología llegó el 2011, luego de hacer un máster en microbiología en Chile.
“Antes del máster trabajaba en el Servicio Público. Cuando lo terminé y me puse a buscar trabajo me di cuenta de que ni siquiera los reconocen en la escala de grados”, dice. Entonces decidió seguir especializándose, postuló a Becas Chile y se fue a un programa de Food Safety en Holanda. En eso estuvo un año y cuando se aproximaba la fecha de volver a Chile, se multiplicó la angustia de no saber a qué.
“Por suerte tuve una oferta para hacer el doctorado, porque veo a mis compañeros que tuvieron que volver y les tomó más de un año encontrar trabajo. Uno, incluso, estuvo dos años buscando, no encontró y como estuvo en Chile el tiempo de retribución que le exigían, aceptó una oferta en el extranjero y en cuanto pudo se fue”, cuenta.
La obligación de volver a Chile es una de las reglas que impone Becas Chile -parte del programa de Formación de Capital Humano Avanzado de Conicyt junto con las becas de magíster y doctorado nacionales- a la hora de aceptar la oferta. Una cláusula que busca asegurarle al país que todo el tiempo y dinero invertido en la especialización de estos profesionales se podrá capitalizar en los procesos de desarrollo interno.
Sin embargo, el precario escenario en el que se desarrolla la ciencia localmente hace que el campo de la investigación científica no pueda hacerse cargo de los miles que están afuera actualmente –según lo expuesto por el Director ejecutivo de Conicyt en el Consejo del Futuro del Senado esta semana, sólo en los concursos 2015 se adjudicaron 1.919 becas de postgrado, con lo que se alcanza la cifra de ocho mil becarios vigentes–.
Para abordar este problema, en 2009 Conicyt creó el Programa Atracción e Inserción de Capital Humano Avanzado (PAI), que tiene como objetivo fortalecer las capacidades académicas, científicas y tecnológicas de instituciones nacionales que desarrollan ciencia y tecnología. Con un presupuesto de 8,2 millones de dólares para este año, en octubre se publicó que se adjudicaron 30 nuevos proyectos en diversas instituciones académicas y centros de investigación del país, mientras que en 2014 fueron 28, además de 39 propuestas de atracción en la modalidad de estadías cortas y 27 nuevos proyectos de apoyo al retorno. Cifras que si bien son positivas, no se comparan con los miles de estudiantes en proceso de formación.
Este problema, a ojos de científicos y expertos, se debe a dos grandes falencias del sistema. Primero, a que los espacios de desarrollo de los científicos no pueden ser sólo las Universidades. “Hay un número que está totalmente consensuado en Chile, que es que tenemos aproximadamente un investigador por 1.000 habitantes.
Comparado con la OCDE, el promedio es de siete. Pero todos ellos no están haciendo investigación en las universidades, también trabajan en empresas privadas o se insertan en la maquinaria del Estado. Así, cuando ocurra algo de investigación en las universidades, por ejemplo, y eso tenga que traducirse en políticas públicas, el interlocutor al otro lado será una persona que entiende perfectamente de lo que se está hablando”, dice Andrés Couve, Director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), y Presidente de la Sociedad de Biología Celular de Chile.
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