REVISTA VIERNES
Desde que sus cuatro hijos entraron al colegio, Ximena Moreno (66) fue parte del grupo de padres que participaban del área pastoral. Era monitora de preparación de Primera Comunión, de Confirmación y estaba a cargo de recibir a los apoderados nuevos. Hasta que en 2006 Sebastián, su hijo mayor,
Son las 6 de la tarde del sábado 7 de noviembre. Desde la calle María Luisa Santander, en Providencia, se escucha a un grupo cantando una clásica canción de misa. En el número 0290, está la sede de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX), una asociación laica internacional basada en la espiritualidad ignaciana reconocida formalmente por la Iglesia Católica, que esta tarde celebra el quinto aniversario de la Pastoral de la Diversidad Sexual (PADIS).
Para la ocasión, en una sala alargada, se han dispuesto sillas, un altar con un crucifijo y un púlpito en el que cuelga una bandera gay. Hay más de 60 personas de todas las edades. Mujeres y hombres mayores, jóvenes y niños. Incluso un par de guaguas. Entre ellas está Ximena. La prédica, a cargo del sacerdote jesuita Pedro Labrín, habla de que el amor de Dios es acogedor y sin condiciones. Y llama a que el cristianismo se aplique a todos los ámbitos de la vida y a todas las personas que cruzan por ella.
Al llegar la parte de las peticiones de la misa, los asistentes levantan la mano. {Frase Un colombiano dice que espera que la sociedad algún día valide que las relaciones homosexuales están basadas en el amor, tal como las heterosexuales. Una mujer joven, a la que se le quiebra la voz, habla de que a veces se le acaba la paciencia con el hecho de que la Iglesia, si bien llama a acoger a los homosexuales, siga afirmando que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Y una mamá agradece la existencia del grupo de padres y cuenta su anhelo de que la legislación chilena avance y le permita a las parejas del mismo sexo poder adoptar. “Yo tengo derecho a ser abuela”, dice, haciendo reír y emocionando al resto de los asistentes.
La historia de esta Pastoral se resume en la experiencia. En 2010, Pedro Labrín SJ, luego de asumir como Asesor Eclesiástico Nacional de la CVX Chile, estaba en su oficina cuando tocaron la puerta. Afuera, vio a Tomás y Héctor, dos jóvenes miembros de la CVX con quienes había participado en varias jornadas de formación y retiros espirituales. Los hizo pasar, se sentaron y le dijeron: “Somos gay, tenemos una comunidad en las catacumbas y nos gustaría visibilizar nuestra experiencia. Y queremos saber si tú, que acabas de llegar, vas a ocupar el magisterio de la Iglesia para agredirnos o podemos vivir nuestra homosexualidad incorporados a esta comunidad”. Labrín les respondió que no serían agredidos. Y les propuso reunirse y ver qué sucedía.
Así, con ganas y temor al principio, y absoluta convicción con el pasar de los años, nació un grupo de acompañamiento espiritual para personas LGB (no está incluida la T de transexuales porque actualmente no se ha acercado ninguno, aunque afirman “esperamos pronto contar con su presencia”) que acepta e incentiva su pleno desarrollo sexual y afectivo, sin tener que renunciar a su fe. Al principio fueron reuniones informales que adquirieron un carácter oficial y la aprobación de la comunidad con la guía de los religiosos Pedro Labrín SJ, María Eugenia Valdés RSCJ, Carlos Álvarez SJ y la laica Pilar Segovia, miembro de la CVX.
Dos años después se creó otro grupo: la pastoral de padres, quienes vieron en compartir sus experiencias una oportunidad para construir una base sólida para la aceptación y plena inclusión de la homosexualidad de sus hijos en sus familias.
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