Deben haber tres tópicos que las personas me han preguntado más en mi vida como periodista especializada en sexualidad: Tamaño, eyaculación precoz y deseo sexual.
Me crucé hace algunos días en una radio con un chico que convive con su pareja hace más de 7 años. Estaba sentado frente a su computador, disminuido y con una mirada muy triste. Me vio y saltó a detenerme. “Necesitaba hablar contigo, pero en privado”, me dijo. Y así, sin mirarme a los ojos y con evidente vergüenza, me suplicó ayuda; ya no sentía deseo por su pareja. “Tengo cero ganas de hacerlo, ni tocarla quiero”, aseguró, aclarando rápidamente que la amaba, que la encuentraba preciosa y que no quería perderla. Su autoestima estaba en el suelo y el miedo al abandono producto de su apagado erotismo se había apoderado de su sexualidad. Así de frecuente es. Así de poderoso e invalidante.
Con el paso de los años, lamentablemente, la sociedad chilena se ha vuelto muy estresada. Tenemos poco tiempo de ocio disponible, estamos sumidos en largos horarios laborales, se nos exige ser activos en la crianza de los niños y, además, pertenecemos a la generación de la inmediatez. Por ello, afloran pastillas sanadoras de efecto inmediato, viagras que reactivan las ganas al primer trago y aumenta el consumo de alcohol por su efecto relajante y liberador. Y, como si eso fuera poco, los estudios lanzan con bombos y platillos cuántas veces a la semana debemos tener sexo para ser felices, con cuántos orgasmos y hasta cuánto tiempo debe durar un coito perfecto. Entonces llega el minuto de sacarnos la ropa, apagamos la luz y se encienden un montón de letreros con estadísticas, con quehaceres pendientes, requerimientos y hasta con la culpa porque tenemos más rollos que antes y nos han salido canas en lugares que habríamos preferido obviar.
Entonces, ¿cómo podemos no sentir que el deseo se nos va de las manos si éstas pasan llenas de tantas otras cosas que no tienen que ver directamente con el sexo? Pero, más aún, ¿cómo podemos mantener el deseo sexual alto con la misma persona siempre, cuando lo que buscamos en esa pareja es seguridad, estabilidad, pero queremos además pasión e improvisación y misterio? Contradictorio al menos.
En este tema, uno de los libros que mejor reflejan el funcionamiento del deseo sexual es “Inteligencia erótica” de Esther Perel. En él, la especialista señala: “Buscamos que nuestra pareja sea un ancla duradera y fiable. Al mismo tiempo, esperamos que el amor nos ofrezca una experiencia suprema que nos permita elevarnos más allá de nuestras vidas corrientes. El desafío para las parejas modernas radica en conciliar la necesidad de lo seguro y predecible con el deseo de buscar lo excitante, misterioso y sorprendente”. Lamentablemente, son más las parejas que sacrifican la pasión, el erotismo y el deseo en pro de esa estabilidad anhelada.
¿Debemos renunciar al deseo si mantenemos una relación de pareja a largo plazo?
No lo creo. Esther Perel bien lo dice en su libro, “si queremos conservar el deseo con una persona a lo largo del tiempo, debemos tener la capacidad de incorporar una sensación de desconocimiento al ambiente familiar”. Dicho de otro modo, el erotismo implica un riesgo: Mantener distancia y no fusionarnos con el otro, aunque resulte desestabilizador. Esa fragilidad que provoca no tener al otro pegado a la piel, es justamente la que despierta el deseo.
Creo que todos debemos cultivar nuestro jardín secreto. Es importante que cada uno cree su propia biografía individual y personal. Y, en la práctica, no pongas problemas para que salga con sus amigos, no quieras saberlo todo de él, no lo interrogues, y sobre todo, no registres su celular, sus mails o cuentas. Déjalo ser diferente a ti y aprende a disfrutar de esa distancia. Porque si efectivamente debe haber un “nosotros” en una relación, también debe haber un “yo” y un “él” que nos permita respirar libertad, crecer y, por supuesto, desear.
Saludos,
Karen Uribarri
Periodista Diplomada en Sexualidad – SexBlogger
@karenuribarri