Hace veinte años que en Antártica no se veía una tormenta eléctrica tan intensa. Los relámpagos, el viento y los truenos iluminaron el cielo, llenando el paisaje de electricidad y de ruidos que vinieron a quebrar el silencio de uno de los lugares más inhabitados del planeta. Los lugareños –pingüinos y focas, de preferencia- no se inmutaron, pero el espectáculo fue contemplado con asombro y reverencia por un contingente de foráneos personajes que, en 16 carpas, se agrupaban en el campamento Pryoda, en el lado norte de la isla Rey Jorge, en pleno continente austral. En estos pequeños puntos amarillos, en medio de la densa capa de nieve que cubre el terreno y la densa capa de nubes que cubre el cielo, descansaban 36 alumnos de uno de los MBA más reconocidos del mundo, el de la escuela de negocios de Wharton, perteneciente a la Universidad de Pennsylvania, en Estados Unidos.
Jóvenes entre 28 y 30 años; norteamericanos, indios y asiáticos; mujeres y hombres del mundo de las finanzas que, acompañados de un experimentado grupo de instructores chilenos, desde el 29 de diciembre de 2015 al 7 de enero abandonaron la comodidad de su privilegiada realidad para aprender a ser líderes en uno de los lugares más extremos del mundo. Nueve días, sólo nueve, pero suficientes para producirles un giro en la cabeza que los acompañará la vida entera.
“Se trata de una experiencia maravillosa para profesionales que han sido altamente exitosos en todo lo que han hecho en sus vidas. Aquí se someten a un escenario completamente desconocido, donde no sólo hacen largas caminatas, sino que además tienen que aprender a montar un campamento, cocinar en el frío, armar una mochila que luego ellos mismos deben acarrear. Todo esto es nuevo para muchos de ellos y significa tener que operar sin la expertise técnica a la que están acostumbrados. Si bien reciben algo de entrenamiento, nada los prepara para depender de sus pares de esa forma, deben aprender a compartir lo que cada uno maneja en pos de lograr un objetivo. Y esto los hace más humildes, les enseña a abrir la mente, a ser curiosos y a encontrar comodidad en la incomodidad”, dice Sarah Merusi, directora asociada del programa Leadership Ventures, de la escuela de Wharton.
El trekking por la Antártica es una de las once aventuras o “leadership ventures” que ofrece Wharton a sus alumnos de MBA, como parte del programa que coordina el Centro de Liderazgo y Gestión del Cambio de la escuela, dirigido por el profesor Mike Useem. Además, es una de las cuatro alternativas que se realizan en territorio chileno, todas en alianza con Vertical, la empresa del chileno Rodrigo Jordán. Una relación que se originó en 2002 cuando el mismo Useem se puso en contacto con Jordán. “Cuando supo de la expedición chilena al K2 se interesó en esto, buscó información y llegó hasta nosotros”, cuenta Jordán. “La idea era llevar a los alumnos del MBA a un escenario poco conocido, que los sacara de su zona de confort y los sometiera a una experiencia real, en la que la metodología fortaleciera el liderazgo y el trabajo en equipo.
El 2002 hicimos un programa piloto en Torres del Paine, y a los alumnos les gustó mucho el modelo de Vertical. Esa primera expedición fue con 12 estudiantes; hoy participan al año unos 200 en las diferentes expediciones”, asegura Eugenio Guzmán, vicepresidente ejecutivo de Vertical y uno de los coordinadores del proyecto con Wharton que, además de Antártica, ofrece ventures en la Patagonia, el Desierto de Atacama y los Andes centrales.
Cada aventura presenta sus propios desafíos. “La de Los Andes, que consiste en subir el cerro El Plomo, es muy dura físicamente. La Patagonia también, pero además los participantes están sometidos a las inclemencias del tiempo, mientras el que hacemos en Atacama tiene el factor de la altitud. La Antártica depende mucho de la meteorología, logísticamente llegar allá es súper complejo, tal vez para nosotros esta es la expedición más difícil de organizar, incluso más que una subida al Everest con 8 o 6 personas por dos meses. Sin embargo, si el tiempo en la Antártica es bueno, lo que viven los alumnos es alucinante y espectacular”, afirma Guzmán.