EN LAS VEGAS
Paula Margulis (30) es chilena. Michael O’Donnell (32) es inglés. Se conocieron en Tailandia, el Año Nuevo del 2011. Pincharon un poco, se siguieron encontrando en el viaje hasta que se despidieron. “Pensé que nunca más lo iba a ver”, cuenta Paula. Pero, cuando a fines del 2012 se fue a estudiar a España, lo contactó por Facebook. Michael llegó a Barcelona. “Apenas lo vi, el miedo se me pasó. Hicimos clic de inmediato”, dice. Paula y Michael empezaron a viajar de España a Inglaterra por meses, hasta que ella, sin más visa posible en la Unión Europea, regresó a Santiago. El la siguió. En abril del 2015, la empresa en que Michael trabajaba le ofreció pega en Estados Unidos. Y partieron.
"Él siempre me molestaba con casarnos en Las Vegas. Cuando pasamos por ahí, pensamos: ‘¡Casémonos!’. Queríamos hacer algo único, divertido, espontáneo. Pedimos hora en la Graceland Wedding Chapel, arrendamos trajes divertidos: yo, el vestido con el que se casó Priscilla Presley y él… ¡de rosado! Elvis te entrega al novio mientras canta y, después se da media vuelta y es el ministro. Al final es un show suyo. Nos declaró marido y mujer, el beso, las fotos y cantamos ‘Viva Las Vegas’ y salimos".
HACE 58 AÑOS
En 1958 no se celebraba en Chile el Día de los Enamorados, pero en una coincidencia premonitoria, Martha Ruth Contreras (83) y Enrique Cereceda (87) se casaron un 14 de febrero de ese año. Al otro día, en la Iglesia de la Recoleta Dominica, lo celebraron como Dios manda. Se conocieron a fines de la década del 40, cuando un día él apareció en la casa de Ruth, invitado por sus tías. Ella tenía sólo 13 años, pero ya pololeaba con otro muchacho. “Éramos vecinos en Recoleta”, recuerda Ruth, “y como yo no tenía hermanos cerca, él era mi confidente. Yo peleaba con mi pololo y corría a contarle para que me consolara”. Esa relación, que hoy se llamaría friendzone, se transformó con el tiempo en un noviazgo secreto, que recién se oficializó cuando Ruth cumplió los 21. Casi cinco años después se casaron: él con un terno negro hecho por su sastre; ella, con un vestido diseñado por sí misma, confeccionado por la modista de la familia y adornado con más de 100 botones. También tenía un velo que le cubría toda la cara, exigencia impuesta por sus fervientes tías, pero justo antes de irse a la Iglesia, sola en su pieza, se miró en el espejo, agarró unas tijeras y lo cortó de cuajo.
EN EL FONDO DEL MAR
Entre burbujas y silencio, vestido de traje oscuro y aletas negras, Carlos Schlack (47) sacó de una bolsa una concha, que dentro guardaba un par de anillos. Con lentitud le puso uno en el dedo anular a Paola Maira (35), y ella, con un traje de neopreno plateado para verse como un pez, hizo lo mismo con él. Haciendo chocar sus reguladores de oxígeno, se dieron un beso de buceadores bajo el agua. Se abrazaron con sus testigos, instructores de buceo, subieron a la superficie en el Club de Yates de Pichidangui y, mojados como estaban, firmaron el libro frente a la oficial del Registro Civil, que los declaró marido y mujer. Los trescientos invitados aplaudieron a rabiar
BAJO DOS RELIGIONES
Rakesh Goklani (38) y María José Santana (33) se conocieron el 2012. Apenas se vieron, se gustaron. Rakesh la invitó a salir, se hicieron amigos y se pusieron a pololear. Un año y medio después, él le propuso matrimonio. “Cuando la conocí sentí que me tenía que casar con ella”, dice Rakesh. La familia de Rakesh es de India. Sus padres –que llegaron a Chile hace 39 años- se casaron en una ceremonia tradicional hindú. El, nacido en Chile, es católico y, si bien nunca dudó en casarse por la Iglesia, no quiso dejar fuera sus raíces y quiso también celebrar el ritual de sus antepasados. En mayo de 2014 se casaron en la capilla del Colegio Universitario Inglés de Providencia. Y en junio celebraron su matrimonio hindú en el Marriott.
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