“De repente escucho un grito: ¡Aaah! ¡Me caigo!”.
Ismael Mena (37) estaba subiendo el cerro Mesón Alto en el Cajón del Maipo por una ruta desconocida y a unos 3.800 metros de altura, cuando de aún más arriba le cayó el alarido de Marcelo Camus (38), su compañero de expedición: había resbalado en plena escalada y, sin haberse asegurado, comenzaba una caída de siete, diez metros, que podía continuar por el despeñadero que se abría bajo los pies de Mena.
“Ismael estaba sentado en esa pequeña terraza del cerro como estoy yo aquí”, dice ahora Camus, en un café en Vitacura, a 690 metros sobre el nivel del mar. “Y cuando venía resbalando, ya empezando a volar hacia atrás, él me ve caer y me agarra como un oso: ¡huá!”.
“Cuando lo vi pensé: nos vamos a matar los dos”, se acuerda Mena. Eran jóvenes, era otoño y era el año 2000. “Pero no sé cómo, quedé en posición tacle y abrazado de Marcelo, yo colgando para abajo y él ahí en el borde. Como que había un ángel al lado mío, aguantando”.
Camus se hirió la cara, las manos y las rodillas. Después de una noche a la intemperie, durmiendo bajo la nieve, volvieron a Santiago. Lo que a otros les hubiese hecho dudar de su afición al andinismo, a Marcelo e Ismael –que se conocieron en la rama de la UC cuando estudiaban Ingeniería– les reforzó su compromiso con la montaña.
“Este accidente fue por desinformación”, dice Camus, porque del cerro Mesón Alto, como de casi todos los de la cordillera de los Andes, existía muy poca información. Y la que había era escueta y ambigua. “Estaban las fichas de Cumbres de Chile, que hicieron los montañistas Mauricio Purto e Ítalo Valle, y se distribuían con El Mercurio. Aunque
fue una buena contribución, lo resumido de la información no permitía ser lo suficientemente completo, riguroso y detallado”.
Camus también subía cerros con Paulo Cox, entonces estudiante de Economía en la Universidad de Chile y ex compañero del colegio San Ignacio, y con él ya tenían una idea de recopilar datos y rutas andinas en una guía inédita hasta entonces. Pero era una tarea inmensa: un montañista muy dedicado puede subir unos 150 cerros en su vida, según Camus, y sólo en la Región Metropolitana hay casi 200 cumbres. El accidente, eso sí, los hizo pensar en nuevas soluciones.
“Esa experiencia fue crucial porque hubo una gran reflexión”, dice Ismael Mena, sentado en Orion Power, su propia oficina de energías renovables . “Lo más obvio fue que habíamos tomado malas decisiones, pero también pasó porque creíamos que sabíamos por dónde íbamos, pensamos que teníamos información decente. Y en realidad no era así.
¿Qué hacemos, entonces, para tener buena información? Hay gente que ha subido a este cerro, que sabe por dónde subirlo. ¿Dónde está esa persona? ¿Cómo hacemos para juntar ese conocimiento en un solo lugar? ¿Cómo ponemos a disposición de toda la comunidad montañera información de calidad? Haciendo las preguntas correctas llegan las respuestas correctas. Esto era el año 2000, y ahí surgió la web como la manera obvia para llevarlo a cabo”.
Mientras Camus y Cox se dedicaron a documentar unas treinta rutas iniciales –explorando en los cerros, sacando fotos y anotando datos, consejos y recomendaciones–, Ismael, que se especializaba en Ingeniería en Computación, se sentó a programar durante seis meses lo que sería Andeshandbook, el primer sitio colaborativo de montañismo en Latinoamérica. Un lugar en el que cualquiera podría obtener información sobre cerros pero también aportarla, una especie de Wikipedia de los Andes un año antes de que existiera Wikipedia.
Un bien público
Han pasado dieciséis años del frustrado ascenso al Mesón Alto, y así están las cosas: Andeshandbook.org tiene 26.547 usuarios, 2.577 colaboradores, 578 montañas registradas y 711 rutas descritas, no sólo de Chile, sino también de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Pasó a ser más que un sitio web: ahora es una corporación sin fines de lucro que desde 2010 se denomina Sociedad Geográfica de Documentación Andina, conformada por un equipo de veinticinco personas.
Una de ellas es David Valdés, un abogado de 34 años, montañista desde los 18, que comenzó como usuario del sitio, luego fue colaborador, siguió como editor y ahora es director ejecutivo de Andeshandbook, el máximo cargo operativo. Antes de asumirlo, eso sí, estuvo a punto de retirarse del andinismo: tenía 30 años, una pareja y un trabajo estables, y desde todos lados lo presionaban para que dejara las alturas y consolidara su vida terrenal. Así aceptó una invitación a subir los Campos de Hielo Norte, la que sería su despedida. Pero la expedición de treinta días terminó siendo todo lo contrario: la montaña era lo suyo y a la vuelta renunció a su pega, quedó soltero y terminó asumiendo su actual rol en Andeshandbook.
De esa manera, el 26 de enero de este año, en el Parque Natural Aguas de Ramón, Valdés lideró al equipo de Andeshandbook en el lanzamiento de su aplicación para teléfonos móviles, que partió con 120 rutas, enfocadas principalmente en el senderismo, visibles incluso sin conexión a internet, un proyecto respaldado por la Subsecretaría de Turismo y también por la Conaf.
“El Estado de Chile, a través de la Corfo, dijo: ‘Este paquete de información y su potencial contribuye al desarrollo del país’, y nos validó como un bien de uso público”, dice Marcelo Camus, que participó ese día en Aguas de Ramón. “Así se logró lanzar la aplicación, que también fue culminar un proceso de emprendimiento y de reconocimiento al valor social de nuestro proyecto. Darnos cuenta de que en realidad no estábamos creando un bien privado sino uno público para usufructo de todos los chilenos y sudamericanos”.
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