"A una niña gorda no la quiere nadie", con ese titular me desperté un día de esta semana. El gobernador de Nuevo León (México), Jaime Rodríguez, presidia y dirigía un acto donde les hacía un llamado a los padres. Y entre sus mensajes decía que era obligación de ellos, como padres, decirles a las hijas que a las niñas gordas nadie las quiere.
Y me preguntó, don Jaime Rodríguez, ¿cómo puede ser alguien tan irresponsable, y no valorar lo que significa tener un micrófono y cámara al frente, y dar este brutal mensaje?
Más allá de su rol político, me gustaría hablarle como padre y preguntarle, usted, ¿quiere menos a su hija si sube de peso? ¿Su hija va dejar de llenar su alma cada vez que sonríe, si la pesa indicara que subió unos kilos? ¿Sus ojos van a dejar de brillar cuando ella le hable? ¿El amor por su hija se mide por cuán gorda o delgada está?
De corazón, espero que no sea así, porque no concibo a un padre que ame con condiciones y que cuestione lo que él mismo creó. En mi experiencia, soy hija de un ingeniero, igual que usted. Él es muchas veces estructurado y rígido, como muchos ingenieros que conozco. No es político pero tiene una clara opinión política. Repudia la cobardía y condena actos tan bajos y criminales como los que no hemos vistos expuestos estos últimos días. Es un hombre exitoso, un líder generoso que no es solo respetado por la palabra jefe, sino porque a través de sus actos, se ha ganado el respeto de su equipo de trabajo.
Mi padre, al igual que usted, también dirige personas. Muchas veces también tiene un micrófono al frente, sabiendo que lo que diga va a trascender. Y a veces se equivoca, pero trata de aprender de sus errores. Pero hay algo, don Jaime, en lo que jamás ha fallado. Mi papá me ha amado y querido desde el primer día que me tuvo en sus brazos.
Y aquí se cae su tan firme e imponente declaración; a las niñas gorditas sí las quieren. Yo era una niña gordita, de esas con pancita, de cachetitos rojitos que formaban margaritas en sus mejillas. Mi papá amaba esa pancita y reía con esas margaritas, porque jamás su amor se vio cuestionado por no ser la niña que usaba el bikini perfecto o por no estar en la presentación de ballet del colegio. Y hoy, a mis casi 31 años, me sigue amando y enseñando el tremendo hombre que es.
Así que ustedes, hijas de hombres tan hermosos como el mío, no se sientan menos amadas, son infinitamente queridas y bellas tal cual son; con esa perfección que nos da la misma imperfección de lo que nos hace ser seres humanos.
Hoy, un la semana en que celebramos un nuevo Día del Padre, les digo: ¡Feliz día a todos ustedes que eligen amar a sus hijas tal cual son! Rellenitas o delgadas, tiernas y risueñas; esas que inundan sus días de margaritas o de hermosos pasos de ballet. Feliz día de todo corazón, celebren con alegría, pues con más o menos kilos, nos han alimentado con lo mejor, ese amor genuino y honesto que solo viene del corazón.
Y a ti papá, mi viejo lindo, mañoso y querido. Tú, con el que tantas veces la paciencia he perdido. ¡Feliz día, papá! Gracias por ser mi papá, por amarme en mis horas de dolor y alegría, en mis aciertos y equivocaciones. Por amar esa pancita y a la niña rellenita, e inundar todos mis días de margaritas.
Con cariño,
Denisse Fuentes Estrada, Fundadora & Directora Fundación "Pesa Tu Vida" (www.pesatuvida.cl; Facebook: Pesa Tu Vida; Twitter: @PesaTuVida/@D_FUENTESE; Instagram: Pesa Tu Vida/Denisse.fuentes.e); autora de "La Dieta de la Muerte"; Joven Líder 2015; Diplomada Internacional en Coaching Neurolingüístico.