Cuando el senador Rutaremara (72) piensa en su infancia, un recuerdo invade su memoria: refugiado. En esa condición quedó junto a su familia en Uganda, donde se exiliaron luego de ser expulsados de su país a manos de los hutus. Fue entonces cuando su madre se volvió un pilar en su vida y la encargada de trabajar para mantener a la familia.
“Me di cuenta de que en situaciones extremas las mujeres son mucho más resilientes que los hombres. En Ruanda, mi padre era empleado y mi mamá estaba en la casa, pero cuando nos fuimos y tuvimos que subsistir, ¡mi madre era la que salía a buscar comida!”, dice.
Esa fuerza que vio en ella cambió para siempre la apreciación de Rutaremara sobre las mujeres. Descubrió el potencial que tenían como fuerza de trabajo y social, características que recogió al formar el Frente Patriótico Ruandés (FPR), en 1987, luego de haber obtenido un doctorado en Francia. Fue ese año que junto a tres compañeros identificaron a los antagonistas que Ruanda debía vencer: la pobreza, ignorancia y discriminación. Y establecieron un derecho fundamental como insignia: la igualdad.
Hoy, a casi tres décadas, recuerda el largo camino que recorrieron para que esas ideas se tradujeran en los ejes de la Constitución que rige desde 2003. Libre y cada vez más lejos de los días de dictadura y muerte, Ruanda se ha vuelto un ejemplo mundial cuando se trata de igualdad de género. Con más participación femenina en el Parlamento que cualquier otra nación del mundo (63,8%), para el país centroafricano las mujeres son el motor de la economía.
-Cuando el Frente Patriótico Ruandés se formó, ¿las mujeres ya tenían un rol protagónico en su agenda política?
Lo tenían. Antes de movilizarnos ya buscábamos equiparar los roles en nuestro país. La mujer había sido doblemente reprimida, tanto por la dictadura como por el hombre. Revisamos el rol de la mujer, trabajamos en las escuelas y las preparamos mejor para enfrentar el trabajo. Ellas creyeron en nuestra ideología e hicieron un gran trabajo movilizando gente, creando espacios y juntando dinero. Incluso estando en guerra hubo un grupo de mujeres que peleó en el frente de batalla. Después del genocidio de 1994, las ruandesas fueron clave para cuidar a los sobrevivientes de la masacre y volver a levantar el país. Luego, en 2003, cuando hicimos una nueva Constitución, pusimos toda esa experiencia ahí, garantizando la liberación de las mujeres. Lo dejamos establecido constitucionalmente y por eso hoy en Ruanda es obligación que en cualquier toma de decisiones haya una representación femenina de al menos un 30 por ciento.
-¿Cómo participaron las mujeres en la redacción de la Constitución?
Las mujeres que integraban el partido visitaron aldea por aldea, hablaron con otras mujeres para que comprendieran la importancia de su participación. Educamos a la gente sobre el rol de la mujer en la democracia. Ellas son el 52 por ciento de la población y actualmente, una fuerza que empuja nuestro crecimiento económico. Pero también buscamos hombres que convencieran a otros hombres de abandonar la resistencia frente al empoderamiento de las mujeres.
-¿Cómo había sido el rol de la mujer en la sociedad ruandesa?
La mujer tenía que estar en casa y no tenía derecho a ser dueña de tierras o propiedades, menos a ser heredera. No podían tener un trabajo sin la autorización del marido. Ni siquiera podían tener cuenta bancaria. ¡Había tantas cosas que teníamos que cambiar! La primera ley importante fue darle el derecho a la mujer de heredar tierras familiares, y la segunda fue el derecho a tener una propiedad. Somos un país pequeño, y ser dueño de tierra o de una propiedad es significativo. Así, las mujeres comenzaron a tener mayor relevancia económica y hoy son dueñas del 47 por ciento de las tierras. ¡De cero a 47 por ciento! Con el tiempo accedieron a tener una cuenta bancaria, trabajo y una ley contra la violencia doméstica. Además, creamos una organización de mujeres que desarrolla proyectos de ley sobre equidad de género en conjunto con partidos políticos.
-Acá en Chile se habla mucho de equidad de género, pero los hombres siguen ganando más dinero que las mujeres en el mismo cargo.
En Ruanda creamos una oficina que depende directamente de la presidencia y se preocupa de los aspectos económicos de ellas: qué pueden vender o cómo pueden ahorrar. También tenemos un ministerio enfocado en ellas y creamos concejos, que funcionan a nivel local y nacional, para así cubrir las necesidades de todas. En todos ellos se requiere de un mínimo de 30 por ciento de mujeres participando.
-¿Cree que otras sociedades, como la nuestra, echan en falta ese punto de vista que usted promueve: que entre más poderosas son las mujeres, más poderoso se hace el país?