Ilustración de Edith Isabel
El poeta, director y fundador de Estruendomudo —la editorial independiente más destacada del Perú—, desembarca esta semana con una sucursal en Santiago, en medio del encuentro literario La nueva invasión.
-¿Cómo es Santiago para un extranjero? ¿Es una ciudad hostil o amable?
Creo que todos los migrantes latinos pueden coincidir en que Santiago es una ciudad que funciona, en la que existe la posibilidad de encontrar un trabajo y un espacio para vivir. Que, por ejemplo, tiene un sistema de transporte público que no es perfecto pero que no te hace temer por tu vida, como el de Lima, que no es un sistema y en el que no sabes si llegarás vivo a tu destino. En la que puedes cruzar por un paso de cebra con calma y confianza, sin miedo de ser atropellado. Por supuesto, sí existe cierta segregación. El otro día me fui a cortar el pelo en una galería, frente a la Plaza de Armas. En el primer piso, los peluqueros eran todos chilenos. En el segundo, estaban los peruanos. En el tercero los colombianos y en el último, el más alejado, los dominicanos y haitianos. Creo que funciona como metáfora de los distintos niveles de integración que hay en Santiago.
-La Guerra del Pacífico fue hace más de un siglo pero sigue presente en el ideario colectivo. Que tu editorial haya publicado en Perú un libro como Huáscar, del chileno Carlos Tromben, ¿ayuda a cerrar o a abrir esa herida?
Para las nuevas generaciones la Guerra ya no es un tema. Nosotros crecimos con eso muy presente en la escuela, con los abuelos contándonos lo que había pasado, con mucho resentimiento hacia Chile, pero tengo la impresión de que para los jóvenes de hoy eso es algo que pertenece a la prehistoria. Los nacionalismos extremos hoy sólo están en el fútbol, y por eso publicamos el libro de Carlos: nos parece un punto de vista fresco sobre una guerra que nos dividió mucho, y sobre un barco que sigue existiendo. Tromben describe a Grau y Prat como dos hombres que tuvieron una relación fraterna, muy cordial y amistosa, e incluso se aventura a declarar, con evidencia histórica, que el pisco es peruano. En nuestro stand en la Feria del Libro de Lima, ha sido uno de los libros más vendidos, pero casi exclusivamente por gente mayor. Los jóvenes ni lo miran.
-De todas formas, Chile y Perú tienen su propio historial de invasiones. La nueva invasión, el encuentro de literatura y migración que organizaste acá en Santiago, ¿es una venganza literaria del Perú?
No –dice riendo–, es una invasión pacífica, no planificada y sin ánimos de conquista. Nuestra intención es relacionar algo que ya está unido, que es la literatura con la migración, con los desplazamientos de personas que, por distintas razones, se suceden en nuestros países. Me parece que ese movimiento, y la mezcla de identidades y referencias que provoca, es el gran tema de la literatura latinoamericana hoy. Y se ve en los del dominicano Frank Báez, de la portorriqueña Mayra Santos Febres, de los peruanos Gabriela Weiner y Dany Salvatierra, o del chileno Diego Zúñiga.
-Él, junto a otros escritores chilenos –como Alejandro Zambra, Rafael Gumucio y Alejandra Costamagna–, forma parte de Selección chilena, un compilado lanzado hoy por Estruendomudo que busca condensar el momento actual de nuestra narrativa. Si la selección chilena de fútbol está en su mejor momento, ¿la de escritores está para ganar una Copa América literaria?