Ilustración de Edith Isabel
“Comencé mi carrera haciendo teatro y moriré haciendo teatro”. Así de determinante es Marcial Tagle cuando se refiere al significado de las tablas en su carrera. Más conocido por su trabajo en televisión y sobre todo en comedia, hace unos años sus personajes han dado un vuelco hacia lugares más complejos, como en Bala Loca o en la cinta El bosque de Karadima, desde donde pretende hacer un espejo de cómo se está comportando la sociedad. “Siento que ése es el sentido de mi rol como actor, aportar de alguna manera. Tengo ganas de decir, de tomar un rol social, sobre todo en el escenario actual, de crisis absoluta, en el que tenemos mucho que revisar”, afirma.
El abuso, el poder, el género y la educación. Estos son los ejes principales de Oleanna, la obra que Tagle estrenó anoche –dirigida por Rodrigo Bazaes, producida por The Cow Company y en cartelera hasta el 30 de septiembre– y que invita a reflexionar sobre problemáticas cotidanas: el valor de la educación, la falta de comunicación entre las personas y la continua lucha de clases.
La obra, que ha recorrido los escenarios de todo el mundo desde su estreno en 1992 y que rápidamente se volvió la más controvertida de su autor –el ganador del Pulitzer y guionista de películas como Hannibal, David Mamet–, se sirve de la tragedia de un supuesto abuso sexual para enfrentar a Juan (Marcial Tagle) y Carolina (Catalina Martin), profesor y estudiante. Ambos, en un intenso enfrentamiento, irán escalando en el nivel de violencia, utilizando el lenguaje como la más potente de las armas. Más, incluso, que la verdad.
-Estuviste cerca de tres años sin hacer teatro y este año ya vas en tu tercera obra, ¿qué te hizo retomarlo?
El año pasado estuvimos viviendo con Luz seis meses en Santa Mónica, California, y volví decidido a hacer teatro. Creo que es importante conectarse con uno mismo, porque a veces a uno se le escapan las cabras para el cerro. Uno se pone más viejo y empiezas a evaluar: qué quiero hacer, qué me va a dejar contento, qué necesito. Para mí volver al teatro es volver a mi lugar.
-Oleanna gira en torno a un choque entre dos personajes, que sólo se agudiza y empeora. ¿Cuál es el mensaje que ahí subyace?
En el escenario hay planteadas muchas luchas: de género, de jóvenes versus viejos y una lucha de clase social, porque se trata de una universitaria con muy pocas posibilidades de acceso frente a un profesor que está ad portas de gozar de un tremendo sueldo porque está pasando a una categoría de profesor vitalicio. Son luchas que se cruzan a tal nivel que a momentos se pierde sentido de la ideología. Pierde sentido el objetivo del enfrentamiento y éste se determina sólo por quién gana y quién no. En el fondo, es como una lucha de humanidad, de cómo nos cuesta la comunicación, la dificultad que tenemos para entender al otro, ponernos en el lugar del otro, compadecernos.
-Eso es un punto importante para el autor, que lo pone aún más en evidencia en la complejidad de los diálogos. ¿Es un texto muy desafiante?
Es bien desquiciante, la verdad. Se ha transformado casi en una locura de aprender y estudiar porque tiene un juego de palabras y de sinsentidos que hacen que sea muy difícil. Tiene palabras cortadas, muchos puntos suspensivos, es muy esquizoide y sobre todo en los pimponeos de los personajes que, a momentos, no alcanzan ni a terminar las frases. Sin embargo, la consecuencia de esta compleja mente, que es capaz de crear textos tan elaborados, es que podemos plantear todos estos temas en una misma obra.
-¿No te preocupa que eso ahuyente al público?