REVISTA VIERNES DE LA SEGUNDA Es martes, casi de noche, y la multicancha está mal iluminada: tres de los seis focos no funcionan. En el medio, con short y camiseta, Marcela Aguilera (36) corre los arcos y barre el piso de cemento, sucio por la tierra y el maicillo. La escuela municipal Rafael Valentín Valdivieso de Recoleta está vacía excepto por ella y otras cinco mujeres, también en tenida deportiva, listas para entrenar. La mayoría son flacas pero algunas se ven macizas, tres están muy tatuadas y una usa lentes; todas son distintas pero todas vinieron a lo mismo: a sentirse poderosas.
A las ocho en punto corren alrededor de la cancha y diez minutos después están en el suelo, haciendo flexiones, abdominales y sentadillas. A un costado esperan los patines de cuatro ruedas, que en poco rato sonarán como un zumbido alrededor de la pista, pero ahora lo único que se escucha es la voz de Marcela, la misma que barría el piso al comienzo del entrenamiento, dando instrucciones. Aquí ella se llama Endorfina, es la capitana, y dirige el entrenamiento de Metropolitan, el club chileno más importante de roller derby.
“Yo soy una mujer muy pequeña. Mido un metro 55, pero en la pista me siento muy grande y poderosa”, dirá después Carla Ortiz, mejor conocida como Mara Villa, jugadora hace cinco años del deporte femenino que más ha crecido en el mundo: entre el 2006 y el 2010 sus afiliados aumentaron en un 500 por ciento, y en Chile ya hay ligas –como se les denomina a los clubes– en Santiago, Viña, Concepción, Temuco y casi todas las grandes ciudades.
En la cancha de la escuela de Recoleta, al mando de Endorfina, están Emma Toma, Terrible Brígida y Chacha, entrenando un deporte complejo, que consiste en dos equipos de cinco patinadoras, que giran en la misma dirección, contra las manillas del reloj. El objetivo es que una de ellas, la jammer, pase a las jugadoras del bando contrario, que tratan de detenerla con choques, empujones y bloqueos. Cada partido dura una hora, dividido en dos tiempos de treinta minutos.
“Te están pegando durante una hora un montón de niñas que son del doble de tamaño, que tienen dos veces tu musculatura: es brutal”, decía Endorfina horas antes del entrenamiento, esta vez como Marcela, en su oficina con vista al Museo de Bellas Artes, donde es la Jefa de Comunicaciones del Servicio de Salud Metropolitano Central. “Por eso, entreno dos horas los martes, miércoles, jueves, viernes y sábado en patines; y una hora los lunes, miércoles y viernes en el gimnasio”.
Por eso se llama Endorfina: “Cuando empieza, todo el mundo odia hacer ejercicio, es terrible, pero después se hace adicto. Yo también de entrada no soy muy simpática, pero ya cuando me conoces –al igual que las endorfinas– no puedes vivir sin mí”. Entre el televisor encendido con las noticias, los diarios sobre la mesa y muchos llamados telefónicos, Endorfina/Marcela se hace el tiempo de planificar los entrenamientos, coordinar a las jugadoras y de organizar el mayor evento de este deporte a nivel continental: el Torneo Latinoamericano de roller derby, que por primera vez se realizará en Chile. Se jugará en el Velódromo de Peñalolén entre el 28 y el 31 de octubre, y asistirán diez equipos de Argentina, Brasil, Perú y Colombia. Es la tercera versión de un campeonato que siempre han ganado las argentinas y que las chilenas de Metropolitan están acogiendo sin más apoyo que el que se brindan entre las patinadoras.
“Toda la vida las mujeres hemos sido el sexo débil”, continuaba Marcela. “Pero organizar esto, traer a 800 participantes, coordinar la sede y hacerlo en nuestro tiempo libre, demuestra que estamos lejos de ser débiles”.
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