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Capri, la mágica isla italiana para los amantes de escalones, grutas y senderos

Capri no es una, sino dos: Capri y Anacapri. Capri es más top y glamoroso; Anacapri es menos quitado de bulla.

11 de Octubre de 2016 | 15:05 | EMOL
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Capri es una isla de Italia localizada en el mar Tirreno, en el lado sur del golfo de Nápoles, frente a la península Sorrentina, en Italia. La isla ha sido un lugar de célebre belleza y centro vacacional desde la época de la antigua república romana.

Capri no es una, sino dos: Capri y Anacapri. Capri es más top y glamoroso; Anacapri, menos quitado de bulla. Por lo empinado de la isla, los dos tienen vistas panorámicas majestuosas (aunque las del Monte Solaro, el punto más alto de la isla, en Anacapri, son inmejorables).

La isla es un destino turístico tanto para italianos como extranjeros. Durante el verano hay una gran afluencia de turistas, a menudo de excursionistas provenientes de Nápoles y Sorrento.

A pie


A Capri se llega en barco pero se le conoce y disfruta a pie. Hay varias razones: Los autos no son necesarios (hay un único camino en la isla, y de marzo a noviembre no pueden ingresar vehículos de no residentes), el sistema público –minibuses– funciona bien, hay taxis, pero usted también puede arrendar una motoneta o caminar.

Esto último asegura pocas aglomeraciones, descubrir casonas debajo de flores lilas, cruzar campos de femminellos (limones más alargados con los que hacen el licor local limoncello); de olivos, tomates y albahacas (la insatala caprese diaria no se perdona), y de viñedos que se aferran a los encumbrados acantilados que terminan en un Tirreno agresivamente azul.

Escalones y senderos


Son muchos los senderos y vías que cruzan a esta isla. Está la de la Via del Migliera, ruta que data de tiempos romanos, y que cruza huertos y viñedos en el extremo suroeste de la isla. Si se toma un desvío que está indicado, se puede llegar a la Torre del Guardia, una añosa atalaya de observación.

Más agreste está el Sentiero dei Fortini, a lo largo de la costa oeste, que lleva desde la famosa Gruta Azul hasta el Faro Punta Carena (el segundo más grande de Italia, después del de Génova). Es una ruta de poco más de 4,5 kilómetros con rocas, colinas y profundas bahías como compañera.

Hacia el lado este de la isla está el sendero conocido como el Pizzolungo que va desde la plaza principal de Capri, la Piazzetta (el mejor lugar de la isla para mirar y ser visto), hacia las cercanías de las rocas Faraglioni. Atento al camino, pues hay mansiones como el actual hotel Punta Tragara, diseñado en los años 20s por Le Corbusier, y placas que conmemoran la estadía en la isla de Pablo Neruda.

Otra opción (más) sudorosa es ir a la Villa Jovis. Son poco más de 40 minutos (siempre en ascenso) desde la Piazzetta de Capri. Vale la pena por las preciosas y coquetas casas y jardines del camino, por la vista increíble de la Península Sorrentina desde la cima; y porque Villa Jovis es uno de los poblados mejor conservados de los que el emperador Tiberio ordenó construir durante el siglo 1 d.C.

Aquí está también uno de los senderos peatonales más impresionantes del mundo, la Vía Krupp. Cercana a la Marina Piccola, son 1.350 metros se curvas cerradas que ascienden por un barranco sobre el mar.

Anacapri tiene su “versión”, la Escalera Fenicia, que la comunica con la Marina Grande. El trayecto te ofrece verás varias banquetas con azulejos para descansar. Son 921 peldaños –algunos en muy mal estado– siempre en compañía de preciosas vistas de la Marina y de la Bahía de Nápoles.

Grutas


La joya es la Gruta Azul, una cueva de 60 metros de largo y 25 de ancho, con una muy angosta boca (por eso hay que agacharse dentro del bote), y aguas de unos 150 metros de profundidad, con un color turquesa bastante impresionante.

Aunque en general uno no está más de 5 minutos dentro de la cueva, la espera para ingresar a ella suele ser de más de una hora.

Finalmente, en Capri hay otras grutas menos famosas que de a poco se están haciendo un nombre. Por ejemplo, la Gruta Verde, en el sur de la isla, con sus aguas, claro, de un elegante color verde esmeralda. Ya en el oriente, la “grotta” (en tierra) di Matermania (con trozos de ladrillo romano antiguo); y la Bianca –llena de estalactitas–, entre otras.

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