REVISTA VIERNES DE LA SEGUNDALuis Andaur (50) desafía constantemente al peligro. Lleva más de dos décadas registrando animales salvajes e interactuando con ellos. Las fotos y las imágenes de sus aventuras, muchas de ellas en la conducción del programa Bicitantes, de Mega, dan fe de esto: Andaur paseando a un dragón de Komodo por la cola, Andaur desafiando a una cobra en posición de ataque, Andaur con el agua hasta la cintura en un río barroso plagado de cocodrilos, Andaur acariciando a un grupo de leopardos.
En una oportunidad, eso sí, no tuvo tanta suerte. Fue mordido en una mano por una serpiente venenosa del Amazonas y, con la velocidad de una balsa, tuvo que desplazarse hasta un poblado en donde una persona, sin conocimientos médicos y como quien sigue una receta de cocina, le suministró las ocho botellas de antídoto para revertir un desenlace fatal. Y lo logró. Pero fue después de una pichanga con amigos, en Santiago, en agosto de este año, cuando sintió, por primera vez en su vida, que iba a morir.
“Estaba disputando una pelota cualquiera cuando una persona cayó arriba mío y sentí una quebrazón. Seguí jugando, pero al rato la lesión se volvió muy incómoda y me fui a la clínica. Era una fractura vertical de la tibia, así que tuve que hacer reposo y después de unos días tuvieron que operarme. Pero en medio de la operación tuve un cuadro trombótico y ahí se complicó todo”, dice. La intervención, que no debía durar más de dos horas, se extendió desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde. Como su pierna no tenía irrigación sanguínea producto de tres coágulos, los médicos, explica Andaur, incluso evaluaron amputarle el pie, pero con un bypass lograron salvarle la extremidad. En el post operatorio, el dolor en la pierna le era insoportable. Una nueva trombosis obligó una segunda intervención, el mismo día, que se extendió desde las seis de la tarde hasta cerca de la medianoche.
Esta segunda operación no fue igual a ninguna de las que Andaur ya había tenido. “No me desdoblé, jamás salí de mi cuerpo ni me miré hacia abajo, como muchos describen. Pero de un momento a otro vi un túnel oscuro, como una especie de caleidoscopio, con una luz muy brillante en el fondo. Ahí, lejos, veía a mi papá junto a mi perro Tambor. Los dos murieron el mismo año. Mi papá estaba de espaldas, pero podía ver detalles como sus zapatos, su pelo, podía distinguir perfectamente el collar de mi perro. Comencé a correr desesperadamente, quería tomarle la mano y no lo lograba. Por más que corría con todas mis fuerzas y él caminaba muy despacito, no pude alcanzarlo”, dice.
Cuando despertó, estaba en la sala de recuperaciones. Dos días después le contó su experiencia a un amigo y recién ahí reflexionó sobre lo que le había pasado.
Las ECM
La experiencia descrita por Andaur es lo que se conoce como Experiencia Cercana a la Muerte (ECM). El término fue utilizado por primera vez en 1975 y fue acuñado por el doctor en filosofía y psiquiatra Raymond Moody (72) en su libro “Vida después de la vida”.
En él, Moody desarrolla los resultados de 150 entrevistas a pacientes que habían experimentado un episodio cercano a la muerte y, a través de estos relatos, identifica los aspectos que coinciden. Así, por primera vez, se planteó la existencia de un túnel que terminaba en una luz brillante, se describió el encuentro con seres de luz al final de este trayecto y la sensación de paz y el repaso de la vida terrenal. También identificó la frustración que viven los pacientes que describen estos hechos, que generalmente no entienden por qué están de vuelta y necesitan esclarecer esta duda.
El libro, que vendió más de 13 millones de copias, abrió la puerta a la investigación de uno de los misterios más grandes de la humanidad y, en cuarenta años, psiquiatras y neurólogos han intentado explicar qué es lo que sucede con la conciencia y el cerebro, respectivamente, al momento de morir.
“Aparentemente, la muerte es una transición de nuestro actual estado de conciencia, en nuestra existencia física, hacia otro estado más inclusivo de conciencia”, explica Raymond Moody, desde Alabama, Estados Unidos. “En ese nuevo estado, la conciencia no se orienta o no está determinada por el tiempo y el espacio, sino más bien el principio que organiza la conciencia pareciera ser información y todo está movilizado por el amor. La gente dice que este estado es híper real –‘más real que la realidad’– y que no puede describirse correctamente por palabras”, dice, al momento de explicar la muerte como un cambio de estado más que como el fin de todo.