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¿Es la crisis del patriarcado la causa de que aumente el machismo? Un psicoanalista responde

El italiano Luigi Zoja compara la masculinidad de hoy con el centauro, esa criatura mitológica, mitad hombre y mitad caballo, que debe combatir su deber racional con sus impulsos animales. ¿Por qué el declive del patriarcado –y con ello el de la figura paterna– puede ser una causa del aumento de la violencia de género?

13 de Noviembre de 2016 | 09:00 | Por Cristóbal Bley, Revista Viernes.
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Zoja estará hoy domingo ofreciendo una charla en Valparaíso, en el festival Puerto de Ideas, y el lunes 14 cerrará en Santiago el ciclo Pensamiento Propio, junto a Cristián Warnken.

Ilustración de Edith Isabel
En la región montañosa de Tesalia, cabalgando en manada sin dios ni ley, los centauros se relacionaban poco y nada con la civilización de la Antigua Grecia. Mitad hombres y mitad caballos, se mantenían ajenos a la vida de la polis, ya que cuando lo hacían no podían evitar sus impulsos animales: se emborrachaban con vino, raptaban a las mujeres y se las violaban en grupo.

Comparándola con esta figura mitológica, el psicoanalista italiano Lugi Zoja analizó el estado de la masculinidad actual –que se debate entre la razón y la brutalidad– en un ensayo llamado Centauros, mito y violencia masculina. Hoy domingo dará una charla sobre el tema en Valparaíso, en el marco del festival Puerto de Ideas, y el lunes 14 estará en Santiago, cerrando el ciclo Pensamiento Propio, junto a Cristián Warnken.

Según la mitología griega, el centauro es un esclavo de sus pasiones animales. ¿Está el hombre de hoy cediendo más terreno que antes a su mitad animal?
El ser humano de hoy no está necesariamente peor de lo que estuvo en la antigüedad ni tampoco hace una generación. Simplemente, crece su disociación. El progreso técnico-científico ha sido enorme, porque es acumulativo, pero no así el progreso moral, que ha quedado relegado sólo a un nivel personal: cada individuo tiene que desarrollar lenta y solitariamente su conciencia ética. Por eso es verdad que hoy, a pesar de estar más “liberados” –por ejemplo, en el ámbito sexual–, muchas veces tenemos una menor conciencia de nuestros instintos, ya que nos conectamos más y más con el mundo de manera virtual, es decir artificial, pero no a través de los instintos mismos. Y esto no sólo concierne a la sexualidad, sino también a la nutrición, por ejemplo. Actualmente, tenemos menos problemas de hambre que antes, pero muy probablemente una peor relación con nuestra comida, que se manifiesta en los altos índices de obesidad. Lo más trágico es que se manifiesta principalmente con los niños: mientras comen ya no ven más la comida, no disfrutan su olor ni su color, porque comen de manera compulsiva, mirando la pantalla de la TV o de la tablet.

Usted escribió este ensayo en 2010, pero la violencia del hombre hacia la mujer ha ido cobrando importancia año tras año, en Italia y América Latina. ¿Qué factores, cree usted, provocan esta prevalencia de los femicidios?
No estoy convencido, por lo menos por lo que concierne a Italia y quizás a Europa, que las estadísticas digan que “hay mas femicidios”. Como categoría, la de femicidio es reciente, entonces no podemos compararla con datos antiguos. Y por lo que concierne a las violaciones y la violencia sexual en general, lo que sabemos es que la policía cada vez registra más casos. Esto, más que una estadística negativa, podría ser un aspecto “positivo”, correspondiente por lo menos a una mayor conciencia de las mujeres hacia sus derechos. Lo que crece son las denuncias, no necesariamente las violaciones.

Usted también ha vinculado estos comportamientos violentos –que no sólo se manifiestan individualmente, sino además colectivamente, a través de las violaciones grupales– al derrumbe del patriarcado. ¿Por qué?
Después de un siglo de fuerte crítica feminista, se esperaba un mundo menos machista y con más valores femeninos. Lo que hoy se ve es un mundo seguramente menos patriarcal, menos patricéntrico, pero todavía machocéntrico, por decirlo de alguna manera. Y junto a la figura del patriarca se tiraron a la basura no sólo varios de sus abusos, sino también algunos valores, como el de la paternidad. En su lugar, entonces, reaparece el lado de la masculinidad más negado y reprimido. Todos, incluyendo también a muchas mujeres, tratan de volverse en el macho alfa, en el “vencedor” que domina a la manada, lo que es una horrible prioridad porque prescinde de los valores morales. Y esa regresión a la manada explica las violaciones grupales. La diferencia con los ataques sexuales individuales es que el violador aislado todavía sabe que su conducta es criminal. Entre los violadores colectivos, por el contrario, se avergüenza el que no participa.

En ese sentido, mucha gente confunde paternidad con patriarcado. ¿Qué consecuencias tiene, o puede tener, esa confusión en nuestra sociedad?
El patriarcado es una estructura social de poder; el padre, en cambio, una función psíquica, que puede ejercer también una mujer, como hoy muchas veces pasa. Tratando de borrar el patriarcado, en muchos casos se eliminó también al padre, pero no necesariamente al machismo. A diferencia de la madre, que existe en cada nivel de la evolución, el padre es sustancialmente una creación de la sociedad humana, y por lo mismo, es una figura reciente, relativa y frágil. O para explicarlo en otros términos: las dos polaridades de la identidad femenina –la madre y la pareja– tienen una relación constante y armonizada en todos los animales, pero el padre sólo existe en nuestra sociedad y funciona como una tapa que cubre a ese macho animal pre paterno y competitivo. Pero para simplificar este asunto, que es muy complejo, esto significa que una “abolición” del padre puede traer el riesgo de una regresión al macho animal. Así como en la física, también en la psique no existe el vacío. Si se elimina al padre, es muy probable que otra identidad masculina, reprimida y más arcaica, aparezca en su lugar.

Sigue leyendo esta entrevista en revista Viernes.

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