Carla Pinilla, El Mercurio (imagen referencial)
El martes me avisaron de una nota publicada en Emol: el caso de A.G., una estadounidense de 29 años que simplemente se rindió ante la anorexia, y pidió no recibir más agua ni alimento y solo ser tratada con cuidados paliativos. Quien me la envió me conoce hace más de un año, y sabe bien qué escribo, cómo escribo y desde dónde escribo. Por eso, estaba segura de que la historia no iba me iba a dejar indiferente.
Al empezar a leer, lloré y me enojé, pero lo que más sentí fue dolor y, sin darme, cuenta empecé a escribir las líneas que ahora están leyendo. Porque no pude evitar empatizar con A.G., sentir su sufrimiento, soledad y dolor.
Sin embargo, no puedo compartir ni menos entender su decisión, así como tampoco el hecho de que su familia la apoye. Es ahí cuando me tomo la cabeza a dos manos y digo: ¿En qué minuto el dolor los consumió y los volvió ciegos? ¿Cómo no ven que son muchísimo más que esta enfermedad? Le están entregando la vida no solo de su hija, sino que también de toda su familia, ya que dudo que alguno pueda vivir en paz si la dejan entregarse a esta enfermedad.
Una frase de su madre me quedó dando vueltas: "Ella nunca ha podido estar en paz". Está claro que no y entonces me pregunto: ¿la encontrará en la muerte, es ahí donde su hija va estar en paz? Con su apoyo solo le está mostrando a A.G. que no es capaz de vencer a la anorexia.
Y es ahí donde me indigno. ¿Cómo no ven que sí lo es, que por más doloroso que sea ahora ver cómo pasa sus días alimentándose por una sonda, es necesario para que pueda encontrar esa paz? El camino hacia una vida en paz está rodeado de fracasos y lo digo con conocimiento de causa, ya que mi propia lucha estuvo rodeada de ellos. Pero con ninguno perdí la fe, y la clave de mi éxito fue que siempre supe que mi corazón no le pertenecía a esta enfermedad y por eso nunca se lo entregué.
Yo tuve la maravillosa oportunidad de renacer y A.G. también la tiene. Aunque nos separan miles de kilómetros, le pido por favor que no sea cobarde, y que elija desde el coraje y lejos del miedo. ¡Es tu vida la que está juego, y aunque todos pueden opinar, tú serás la que se la entregues a esta lucha de kilos y calorías!
Te podría dar mil consejos, pero sé que no los seguirás. Te podría decir que aprendas, que esta es una tremenda oportunidad para hacerlo, pero ¿me escucharás? Espero que sí, porque cuando se enseña, aprenden dos.
Hoy te dedico esta columna, quiero mostrarte cuánto vale y cuánto pesa tu vida, y decirte que el camino a la paz no está en ponerle fin o en pedir que te dejen morir.
El próximo 30 de noviembre es el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos Alimenticios. Muchos países conmemoran la jornada y Chile nunca se había sumado... hasta ahora. Ya que por primera vez, tendrá su capítulo chileno. ¿Y sabes, A.G., quién lo organizó? Una persona que llegó a pesar 27 kilos y que varias veces estuvo al borde de la muerte, la misma que hoy te escribe, la misma que aprendió que el caer es parte del camino y que siempre, si uno quiere, puede salir adelante.
Y que hoy día invita a todo un país a que sumen su corazón, nos reunamos el próximo miércoles a las 12:00 horas y hagamos una fiesta de colores en la explanada del teatro de la Universidad de Chile (Plaza Italia), para mostrar que somos mucho más que una imagen.
Tu historia no está lejos de la mía, yo también pedí la muerte, pero finalmente lo que logré enterrar fue esta enfermedad.
Denisse Fuentes Estrada, Fundadora & Directora Fundación "Pesa Tu Vida" (www.pesatuvida.cl; Facebook: Pesa Tu Vida; Twitter: @PesaTuVida/@D_FUENTESE; Instagram: Pesa Tu Vida/Denisse.fuentes.e); autora de "La Dieta de la Muerte"; Joven Líder 2015; Diplomada Internacional en Coaching Neurolingüístico.