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Por un futuro sustentado en la cultura: Conoce la creativa economía naranja

Reuniendo los bienes y servicios que surgen del arte y la cultura, esta área ha crecido mundialmente un 134% en la última década y podría ser clave para el desarrollo de Chile y Latinoamérica.

09 de Diciembre de 2016 | 15:43 | Por Cristóbal Bley, Revista Viernes.
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Carpinteros, fotógrafos, actores, ilustradores y una serie de áreas creativas son abarcadas por la economía naranja.

Sabino Aguad
Este año, a fines de febrero, dos chilenos recibieron en un teatro de Hollywood el premio que ningún chileno había recibido antes: el premio Oscar. Un par de meses después, pero al costado opuesto de Norteamérica –en la sede de la ONU en Nueva York– la escena se repetía y otro compatriota recibía un reconocimiento por primera vez: el premio Pritzker.

Hasta ahora, esos dos éxitos inéditos en nuestra historia –el Oscar a Punkrobot por Historia de un oso y el que es considerado el Nobel de Arquitectura para Alejandro Aravena– han sido celebrados como históricos triunfos culturales, pero ¿qué pasaría si los definimos como triunfos económicos?

Puede sonar alocado o quizá mercantilizado tratar a un cortometraje animado y a un renombrado arquitecto como ejemplos de productos o servicios económicos, pero desde una aproximación reciente, que se viene definiendo hace unos cinco años en América Latina, ambos serían grandes exponentes de la economía naranja.

Si la economía verde es la que se aplica preocupándose del impacto y el cuidado en el medioambiente, y la economía roja es a la que sólo le importan el crecimiento y los ingresos, la economía naranja –o economía creativa– es la que agrupa a las iniciativas artísticas y culturales que se transforman en bienes y servicios, como el cine, la literatura, el diseño, la arquitectura y los videojuegos, ente otros.

Si la economía naranja fuera un país, sería la cuarta potencia mundial: en 2013 produjo 4,29 billones de dólares, más que Alemania y sólo por debajo de Estados Unidos, China y Japón, y sería también la cuarta fuerza laboral, con 144 millones de trabajadores.

Hasta el 2010, la economía creativa en Chile contribuía sólo con el 1,6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y con menos del 2 por ciento en el empleo. Era, hasta entonces, el país más atrasado de América Latina –en México aporta el 7,5 por ciento y en Argentina casi el 4– y lejos del promedio de la OCDE, que supera el 5 por ciento.
“En los países desarrollados, este sector es un ámbito de estudio que cuenta con múltiples publicaciones y discusiones al respecto”, dice Sofía Lobos, secretaria ejecutiva del Comité Interministerial para el Fomento de la Economía Creativa, creado en marzo de 2015.

“Lamentablemente, en Chile es un ámbito que es poco explorado todavía, lo que impide movilizar la política pública. Por una parte, no les permite a los creadores ver las oportunidades o cuál es el potencial que tienen, y por otra, a los autores de las políticas les cuesta mucho entender de qué se trata”, agrega.

Pero esta comisión –compuesta por las secretarías de Hacienda, Cultura, Economía, Educación, Relaciones Exteriores, Trabajo y Desarrollo Social, y cuyo objetivo es duplicar para 2025 el tamaño de nuestra economía naranja– presentó este miércoles resultados esperanzadores: las industrias creativas representan ahora el 2,2 por ciento del PIB, equivalentes a 4.145 millones de dólares, y dan trabajo a 496 mil personas, casi el 7 por ciento de la fuerza laboral del país.

Para Ernesto Ottone, ministro de Cultura, cartera que lidera esta iniciativa, “hay una convicción a nivel internacional de que el sector creativo será uno de los ámbitos que impulsarán el desarrollo de los países, ya que junto a los beneficios económicos que reporta, la economía creativa facilitará la diversidad cultural, la inclusión social, la identidad de sus habitantes y el desarrollo humano en cada territorio”.

Orange is the new black


El académico británico John Howkins fue el primero en acuñar el término “economía creativa” en 2001, pero dos colombianos, más de diez años después y para darle más fuerza al concepto, le pusieron un color.

“Comprendimos que no era suficiente con hablarles a los economistas de este tema, sino que era importantísimo darle una identidad al sector”, dice Felipe Buitrago, coautor junto a Iván Duque del libro La economía naranja, una oportunidad infinita, publicado en 2013 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y que se ha transformado en referencia de cabecera para los emprendedores culturales de toda América Latina.

“Si yo te dijera a ti: ‘mira, tengo un proyecto de economía verde’, tú sabes inmediatamente que te están hablando de una iniciativa sustentable, que busca la protección del medio ambiente. Pero si en vez te decía que tenía un proyecto de industrias creativas, o de cultura, siempre debías gastarte un montón de tiempo explicando de qué se trataba”, cuenta al teléfono desde Bogotá.

Por eso, y para darles al amplio grupo de artistas y creativos una meta y una identidad común, pintaron este sector económico de naranja. “El color que ocupaban los egipcios para pintar las tumbas de sus faraones, el que ocupaba Baco, dios del vino y patrón del teatro y el del chacra del abdomen, centro creativo de los individuos”, como explican en el libro.

“El propósito de proponer el concepto de economía naranja era que nos permitiera estar a todos –gestores, creativos, artistas y difusores– dentro de un mismo grupo, sin divisiones. Y una vez que estuviéramos dentro, ya sea buscando una propuesta política o una gestión de negocios, podemos buscar algunas diferencias o enfoques particulares, pero entendiendo que al final del día todos somos naranjas”, dice Buitrago.

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