Fotobanco
Cuando se acerca la Navidad, resulta inevitable comenzar a hablar de regalos. Junto con eso, también se hace presente el estrés y la ansiedad por cumplir expectativas a través de los obsequios. En ese panorama, merece la pena plantearse otra perspectiva respecto del "regalar" y el rol de aquello que entregamos.
En el caso de los padres, muchas veces los gastos no corresponden con la propia realidad económica o presupuestaria, haciendo inalcanzable la 'lista para el Viejito Pascuero'.
El valor de los presentes o regalos trasciende su materialidad o costo monetario, va más allá del estatus social y de cualquier moda. Regalar es dar, y lo que se espera a cambio debe encontrar coherencia con el desarrollo saludable, tanto en lo psicológico, físico y espiritual, de todos y cada uno de los miembros de la familia.
Si no se puede cumplir con la 'lista de regalos', ya sea por temas económicos o de cualquier otra índole, es importante tener en cuenta, en primer lugar, que la mejor decisión es decir que no. El regalar en estas fechas puede ser un verdadero disfrute, si se hace acorde a las posibilidades reales.
Un presente puede ser también, un premio o un beneficio asociado a un mérito, al logro de uno o varios objetivos durante el transcurso del año. Sin embargo, estos objetivos deben tener sentido, en primer lugar, para el niño, pero también para toda la familia, a la vez que sean alcanzables y adecuados a la etapa del desarrollo de los miembros del hogar. Al regalar también formamos en valores y es bueno tener en cuenta algunas consideraciones:
- Tolerar frustración: Los niños pueden hacer berrinches o pataletas si no se les da lo que quieren, pero eso no dura para siempre y no necesariamente genera 'daños graves en su desarrollo a largo plazo'. Ellos aprenden a tolerar la frustración y a controlar sus impulsos en la medida que los padres logran poner límites sanamente, y eso pasa también por saber controlar el acceso a las cosas materiales, ya que ello repercute en cómo ellos construyen su mundo interno y se relacionan luego con el mundo externo, con la realidad.
- Expectativas aterrizadas: Para ello, no deben hacerse ofrecimientos o promesas respecto de lo que no se podrá cumplir, no importa la razón que haya detrás. Los niños operan mediante procesos cognitivos o mentales más concretos, por lo que no logran comprender adecuadamente razonamientos muy abstractos y es más fácil que, gracias a la fantasía, creen expectativas alejadas de la realidad.
En este sentido, de mucha ayuda resulta la estrategia de los cuatro regalos. Aunque la tendencia consumista sigue en aumento, son cada vez más los especialistas que señalan que hacer muchos regalos puede resultar contraproducente. Si queremos que los niños sean capaces de jugar de verdad con un juguete, de ilusionarse y de dar versatilidad e identidad a sus pertenencias, resulta mejor tener claro que un buen regalo no es necesariamente caro, lo importante es que sea acorde a los gustos, edad, personalidad y necesidades de quien lo recibe. Por ello es recomendable dar:
- Un regalo que sirva para llevar, ya se trate de prendas de vestir, zapatos u otros accesorios.
- Un artículo vinculado a la lectura.
- Un obsequio que realmente desea el niño para satisfacer sus necesidades emocionales.
- Un objeto de cualquier índole que realmente necesite.
Por ejemplo, juegos de mesa, muñecas y peluches, títeres y marionetas, dominós, mazo de cartas, cuadernos de actividades, juguetes para aprender a vestirse, de agua y arena, triciclo, bicicleta, patines, skate, pelotas, columpios y toboganes.
Opciones para regalar
En el mercado existe una gran variedad de artículos como juguetes, libros, materiales para manualidades, etc. los cuales los acercan a la lectura, desarrollan la imaginación, las habilidades cognitivas y motoras, entre otras.
Los niños pequeños se divierten con cosas sencillas, por lo tanto, mientras más sencillos sean los juguetes, más variedades de uso les pueden dar, desarrollando así la imaginación y la creación de juegos simbólicos.
Es importante que el regalo pueda ser manipulado al antojo del niño sin que un adulto esté controlando que se rompa, que se ensucie o que se dañe. Hay padres que prefieren guardar los regalos en sus empaques y restringir su uso para que no se deterioren, lo que claramente no le da libertad al niño de utilizarlos cuando lo desee.
Mª Paulina Schwarze Fraile, subdirectora de Editorial Caligrafix.