EFE
A riesgo de parecer políticamente muy incorrecta, creo que las reacciones al regalo que dio el presidente de Asexma, Roberto Fantuzzi, al ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, fueron desmesuradas. O más bien, no dieron en el real blanco. ¿Por qué la muñeca inflable concentró tantas iras? ¿Por qué se acusó de machista la actitud del regalador y aquella de la comparsa masculina que emitió carcajadas frente al obsequio?
Es cierto que la escena parecía de fiesta final de cuarto medio o de machos creciditos con complejo de pre-adolescentes de liceo de hombres. Pero ese no es el problema. El problema es armar un incendio focalizado en la muñeca inflable. Porque el real problema -si es que vamos a preocuparnos de la dignidad de las mujeres- es que, por ejemplo, en Chile haya que ser una "mina rica" para ganarse mucho puestos de trabajo (entre ellos, conductora de TV, cuando en la BBC o la TV argentina lo que importa no son las curvas ni la cara bonita, sino las neuronas necesarias para desarrollar en forma correcta la labor).
El real problema es despotricar contra una muñeca inflable y no hacerlo cuando, en medio de un programa de tinte eminentemente social como lo es la Teletón, se lleva a cabo una "vedetón" donde muchas distinguidas damas de la farándula criolla se muestran como mujeres inflables.
El real problema es nunca ver ni reclamar contra las diferencias insolentes e inexplicables de sueldos entre hombres y mujeres que hacen labores equivalentes. En ese caso, nuestra sociedad inflable abusa de las mujeres en forma cotidiana y nadie dice nada.
El real problema es la elección forzada que deben tomar miles de mujeres quienes, para ganarse el pan y la sobrevivencia de sus hijos (especialmente si vienen arrancando de la pobreza de otras tierras), deben dedicarse al arriendo o la venta de su cuerpo por partes. La nutrida agenda de prostitución que se ofrece en diarios e Internet, y que ratifica este hecho, parece ser invisible para aquellos que reclamaron airadamente contra la muñeca de Fantuzzi.
El real problema es copar la agenda informativa con el escándalo de la muñeca inflable, el mismo día en que sí ocurría un hecho escandaloso: el asesinato de un joven de 15 años a manos de un grupo de desalmados que lo torturaron hasta morir.
Pero más allá de todos los innumerables ejemplos de doble estándard que vivimos en nuestro país, hay otro hecho que me llama la atención: el escándalo que suscitó lo que, en definitiva, constituye parte del mundo de los juguetes sexuales privados. Porque eso es la muñeca, al igual que los consoladores, los vibradores y toda esa gigantesca gama de artefactos que muchos eligen libremente utilizar, ya sea solos o con sus parejas. Baste preguntar a la estadounidense Japi Jane cómo le va en su negocio de artefactos eróticos que instaló en Chile hace más de 20 años.
La historia de la muñeca inflable es simple y básica. Su antecesora, llamada "dame de voyage", era la "dama de viaje" que acompañaba a antiguos marineros en sus largos viajes por ultramar para darles alivio sexual ante la falta de mujeres. Esta dama consistía en una figura femenina hecha de tela cosida, la que a finales de la década de 1930 y comienzos de los años 40, fue desarrollada en su forma moderna en Alemania como parte del proyecto del ejército "Model Borghild", y en Japón, para el uso en submarinos.
A mediados de los años 50, la muñeca alemana "Bild Lilli" se vendió como un juguete sexual para hombres y se supone que inspiró a Ruth Handler para hacer la primera Barbie.
El éxito fue tan significativo que, actualmente, el empresario Matt McMullen planea comercializar muñecas sexuales dotadas de "inteligencia artificial", las que se insertan en su proyecto Realbotix.
Por su parte, la compañía RealDoll, creada en 1996, ha vendido desde entonces unas 5.000 muñecas de silicona de tamaño real, cuyos precios oscilan entre los 5.000 y 10.000 dólares. Además, los clientes pueden diseñarlas a su antojo.
Con la nueva idea de McMullen, -quien se define como un artista y dice que comenzó haciendo esculturas de mujeres y que sus proyectos "simplemente evolucionaron"- los clientes podrán escoger hasta el tono de voz y la personalidad de sus muñecas. Para hacerlo, se ha conformado un equipo de ingenieros expertos en la creación de humanoides, que han trabajado con la reconocida empresa de robótica Hanson Robotics.
El anterior escenario comprueba que, donde hay demanda, hay oferta. Los objetos sexuales son cada día más aceptados socialmente y más masivos. Cuentan los fabricantes que, después del libro "50 sombras de Grey", la demanda estalló, especialmente de parte de hombres, que iban en busca de los adminículos citados en el libro y que sus esposas les reclamaban.
Rasgar vestiduras contra la muñeca de goma como se hizo hace unas semanas fue, para mí gusto, hipócrita. Es cierto que es loable y rescatable que miles de hombres jóvenes -entre los que incluyo a mis hijos y los hijos de mis amigas -se indignaran por el show de Fantuzzi. Ello hablaría de que hoy en día el machismo cavernario de antaño parece no tener cabida.
Sin embargo, las cosas no son tan blanco o negro. Hay un machismo brutal en los cientos de femicidios que año a año sufren mujeres desprotegidas por la justicia. Hay un machismo descarnado en no darse siquiera cuenta que las mujeres chilenas están sub representadas en todos los ámbitos: parlamento, poder local, poder ejecutivo, poder legislativo, poder vecinal. Hay machismo en los avisos comerciales que invariablemente utilizan a la mujer como objeto de atracción sexual.
En fin. Pido disculpas por no sumarme al coro estridente que reclamó contra el regalo de la "muñeca inflable". Pero es que no puedo hacerlo mientras no haya respuestas a todos los doble estándares que aun cruzan, a pesar de esos alaridos de protesta, nuestra sociedad inflable.
Patricia Collyer, periodista y psicóloga de la U. de Chile.