Pesa tu vida: Una pausa antes de volver a volar

Cuando lean estas líneas, yo estaré viajando. Pero ahora no se trata de un cambio de país, ni una escala que me lleve a mi próximo destino. Esta vez, la escala se hace en Chile.

Estaré volando a tierras chilenas, esas que me vieron partir hace ya dos meses y medio.

Escribo esta columna, sentada en la cima del Victoria Peak del inmenso Hong Kong. La isla se ve completa desde acá, toda iluminada. Y cuando creo que ya no puede brillar más, una nueva luz se asoma; yo me pierdo en los recuerdos y nostalgia y empiezo a mirar y recordar mis días en Asia.

Por más que lo intento, no logró recordarlo todo. Cuando creo que ya terminé de recorrer Tailandia en mi memoria, aparece otro recuerdo. Las vivencias, historias, risas, experiencias; todo lo vivido ha sido demasiado. Tanto así, que por más que lo intente es imposible plasmar todo lo que me entregó y le entregué a Asia en unas cuantas líneas.

Mi pequeña vuelta al mundo me hizo conocer y conocerme, amarme y amar.

El “comer, rezar y amar” está completo hoy, y con ganas de hablar y vivir más de lo que se pueden imaginar.

En estos momentos siento que el corazón me va a explotar de alegría, nostalgia, pena, risa, dicha, temor y paz. La mujer que dejó Chile está lejos de ser la que vuelve.

Ya no siento más cadenas ni anclas. Soy libre en cuerpo, alma y espíritu. Grito y canto mi libertad, importándome un carajo si al mundo le gusta o no, porque por primera vez en mi vida estoy en paz.

La comida y los kilos se enterraron hasta en el último recuerdo. Soy libre de toda condena que me auto impuse, de las culpas y fantasmas.

No quería dejar a su imaginación todo lo que he vivido. Por eso lo escribí. Y bienvenido el que quiera leer la historia de un viaje por Asia, que además de aventurero, lleno de amor, paraíso, hazañas y locuras, está lleno de paz.

Rodrigo me dijo una vez: “Para qué dormir si cuando esté muerto voy a dormir mucho”, una de sus tantas frases que me enseñaron tanto. Y creo que tiene toda la razón. Mi cuota de sueño ya la tengo vivida.

Estoy lejos de sentir que esto se acaba acá. De hecho aquí, en Hong Kong, hice la primera escala de todo este viaje, y hoy, de regreso aquí, me encuentro sintiendo y viviendo más que nunca.

Mi maleta no está hecha. Mi vuelo es en menos de 24 horas y no he arreglado nada. Antes lo hubiera tenido todo programado, pero hoy espero a ver cómo brillan las luces en la isla de Hong Kong, para después ir a perderme por Lady Street, camino a visitar el templo de los 10 mil budas que aún me falta por ver. Ya después echaré en mi maleta todos los sueños y decisiones que tomé en esta aventura.

Ya no soy un esquema ni una razón. Soy racional, sí, pero tengo un corazón que despertó y vino a reclamar toda la vida que le había quitado.

Mi vuelo y rumbo recién empiezan. Las pesas y peso sobre mis hombros volaron. Las culpas se hicieron cenizas y se cremaron en el río de Varanasi.

En los templos, los fantasmas se esfumaron entre los budas y monjes. Y yo terminé mi tarea en las playas de Bali. ¿Amar? Hace días pensaba que eso era un ‘game over’. Pero alguien por ahí me dijo que no. Y la verdad, esto es solo un stop.

Hoy la escala –o el stop- se hace en Chile, y es solo una pausa para ponerle “play” y volver a volar.