La moda de visitar Cuba ha vivido una época de esplendor en los dos últimos años con récords en la llegada de turistas, tendencia que se vio amenazada luego que varias aerolíneas de Estados Unidos informaran la decisión de reducir o simplemente suspender sus rutas a la isla. No obstante, la industria de los cruceros apareció para dar un nuevo respiro a las tierras del mojito y los habanos.
En 2016 Cuba superó por primera vez los 4 millones de visitantes extranjeros, de los cuales 112 mil llegaron precisamente en cruceros desde los Estados Unidos luego que la isla fuera nuevamente incluida en sus recorridos tras haber sido marginada en 1961.
Para 2017 se espera que esa cifra de turistas (112 mil) se triplique llegando a la no despreciable cantidad de 370 mil "cruceristas" por año.
Así lo aseguró el economista cubano y experto en materia de turismo, José Luis Perelló, quien dijo que en los próximos dos o tres años la isla debe apostar por recibir mayor cantidad de cruceros, ya que eso permitirá no sobreexigir la actual y deficiente capacidad hotelera.
Una realidad evidente
El crucero, explica Perelló, permite al viajero un “turismo exploratorio”, ya que normalmente no pasan más de dos días en un solo lugar evitando así sufrir los “inconvenientes” de unas instalaciones turísticas aún en desarrollo.
El boom del turismo de los últimos años, desatado al calor del deshielo de las relaciones con Estados Unidos, puso en evidencia las deficiencias de la isla: escasez de plazas hoteleras, servicio mediocre y precarias infraestructuras.
No obstante, la alta demanda provocó un alza de los precios de los hoteles de un 50 % de media en toda la isla, aunque en el caso de algunos hoteles de La Habana las tarifas se triplicaron y cuadruplicaron sin una mejora de la calidad, estrategia que copiaron también muchos restaurantes.
Mientras Cuba subsana esas deficiencias, el crucero garantiza al visitante una atención adecuada para sus estándares de calidad: una habitación confortable, comidas incluidas y comodidades como piscina o conexión wifi, no disponibles en todos los hoteles de Cuba.
"Es un barco cómodo, el servicio brillante y venimos muy a gusto”, comentó Joy, una londinense que llegó a Cuba con su marido en el crucero de la británica Thomas Cook, que hace una escala de dos días en La Habana.
Otros turistas, como el alemán Gregory, se quejaban de la mala atención que recibió en el restaurante del hotel en el que se aloja: "tardaron mucho en servirnos y la comida estaba fría cuando llegó”, aunque está contento de conocer un lugar tan “exótico” como Cuba.
En lo que va de año, Cuba ya ha superado el millón de turistas, lo que indica una buena tendencia para cumplir su objetivo de llegar a los 4,2 millones de visitantes en 2017.
Estados Unidos, que todavía no permite a sus ciudadanos viajar como turistas aunque sí en viajes culturales o académicos, se ha convertido ya en el segundo emisor de visitantes, detrás de Canadá, después de que casi 285.000 estadounidenses viajaran a Cuba en 2016, un 75 % más que un año antes, una tendencia que se mantiene en el primer trimestre de este año.
Esa euforia por visitar a Cuba contrasta con la reciente decisión de aerolíneas estadounidenses de bajo coste como Silver o Frontier de suspender sus trayectos a la isla; mientras que otras más grandes como American Airlines o Jet Blue, han reducido sus frecuencias y envían aviones de menor tamaño.
Esa decisión no se debe tanto a que los estadounidenses hayan perdido el interés por visitar la otrora “isla prohibida”, sino por un exceso de oferta por parte de las aerolíneas de ese país, que restablecieron vuelos comerciales a Cuba en verano de 2016 tras casi medio siglo suspendidos.
"Al adjudicar 110 vuelos diarios, no hicieron ningún análisis de mercado porque eso significaba más de tres millones de pasajeros estadounidenses al año, una cifra que no recibe ni Cancún”, aclaró Perelló.
En un momento de estrechez económica y consciente de que el turismo es su fuente de ingresos más estable, las autoridades cubanas trabajan en la mejora de las infraestructuras aeroportuarias del país y la construcción de nuevos hoteles.
En abril se inaugurará el primer hotel cinco estrellas plus en La Habana, La Manzana Kempinski, con 246 habitaciones y gestionado por esa cadena suiza en asociación con la estatal Gaviota, que se ha unido también a la española Iberostar y la francesa Accor para construir otros dos hoteles de lujo en la capital cubana.
Las obras para esos hoteles -Prado y Malecón y el Packard- ya se han iniciado y forman parte del plan de Cuba de sumar 4.020 plazas hoteleras este año a las 67.000 que dispone en todo el país y alcanzar un total de 104.000 para 2030.