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Blog de hombres: ¿Por qué para los chilenos, jóvenes y maduros, es una época difícil para encontrar pareja?

La psicóloga Patricia Collyer derriba la arraigada creencia de que en el país existen "siete mujeres por hombre". "Las cosas están difíciles", asegura.

01 de Febrero de 2018 | 17:03 | Por Patricia Collyer
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Fotobanco
SANTIAGO.- Los hombres chilenos, igualando a las mujeres, también se vienen quejando hace un buen tiempo de la dificultad para encontrar pareja. Aquella creencia de que en Chile había siete mujeres por hombre, razón por la que no había de qué preocuparse de estar solo, parece ser un mito totalmente superado por la realidad. Especialmente para aquellos que han pasado los "titantos" y viven un poco al tres y al cuatro. Como me señaló un representante de este grupo, "mis amigos me dicen que la corte con buscar pareja porque hoy las mujeres solo miran a los tipos con plata…".

No solo ocurre en Chile. Por ejemplo, en China la cosa pinta mucho peor para el sexo masculino porque, como señala Rob Budden en el sitio Internet de BBC Mundo, "allí el nombre para los hombres solteros de más de 30 años no es muy positivo: shengnan; significa 'hombres sobrantes' y son aquellos que todavía no han encontrado una esposa". Agrega que "que para el año 2020, se calcula que en China habrá 30 millones más de hombres que mujeres en busca de pareja".

En Chile las cosas están difíciles. Aunque felizmente nunca como en el país asiático, donde la presión familiar hacia esos "solterones" de 30 años mucho más fuerte. Acá parece ser verdad que aquellos tiempos idílicos del "contigo pan y cebolla" parecen haber quedado definitivamente en el pasado. Hoy a las chilenas -especialmente aquellas en "edad de merecer", como decían nuestras abuelitas cuando una jovencita estaba lista para el altar- les dan tiritones los hombres con problemas de caja y, peor aún, de solvencia. Aunque ellos estén cubiertos de un estupendo envase.

Y a las chilenas en edad de merecer por segunda o tercera vez -es decir las divorciadas, anuladas o viudas- tampoco están disponibles para hombres sin solvencia porque se aburrieron de becar a sus machos. Primero les tocó hacerlo debido al exilio, o producto de la crisis económica de los '80. Otras se vieron sin marido, ejerciendo de jefas de hogar y apechugando como madres todoterreno. Por eso, cuando ya los hijos crecieron y partieron a formar sus nidos, decidieron que no va más. Que ahora les tocaba a ellas ser mantenidas, o al menos bien atendidas, porque "se lo merecen". Y es en ese punto cuando ese pobre hombre separado que no logró fabricarse una situación (situación siempre es sinónimo de dinero…) tiene todas las de perder en el mercado del emparejamiento.

En el caso de los jóvenes, el armar pareja se ha convertido más bien en la construcción de una empresa llamada "Matrimonio S.A.", donde cada cual hace su aporte a la mesa de dinero matrimonial con un capital no solo afectivo sino pecuniario y donde los socorros mutuos del viejo y sagrado vínculo se han transformado, más bien, en dinero a colocar en fondos mutuos o acciones en la bolsa.

Hoy, los jóvenes no arriesgan. Y en su búsqueda de pareja tienen en cuenta aquello. De allí que prefieren un perfil de poco riesgo para "invertir" en su vida marital. Por eso el elegido no debe ser, en lo posible, alguien que tenga una carrera poco rentable o que sea incapaz de aportar algún ahorro a la sociedad. Porque antes de los hijos, que son un gasto, para las parejas jóvenes están las inversiones: un departamento, un post grado, un magíster, un año sabático en el extranjero con algunas de las inversiones conyugales más recurrentes.

Así están las cosas. Por ello está difícil encontrar pareja, especialmente para un hombre que va ofreciendo por la vida solo amor del bueno, un departamentito de 30 metros cuadrados arrendado a pulso, o un ingreso que no permite cada año el paseo en avión, al menos por el continente latinoamericano.

Está también el caso de la mujer más madura, a quien le gustaría tener nueva pareja después de divorciarse. Ella, con su sueldo, se da gustos con las amigas, con las cuales sale a comer tupido y parejo a ricos restaurantes, viaja a África en las vacaciones y a Miami para el 18, y está decidida a trabajar hasta la muerte para darse esos gustos, más aún ahora que los hijos ya son independientes. A esa mujer, desde luego, tampoco le calza un hombre que no la pueda acompañar en ese ritmo hedonista. ¿Pagarle el viaje al novio? ¡Ni muerta! Eso le restaría recursos para comprarse los cueros que quiere traer de Estambul… Esperar que la invite a comer. Difícil… ¿O a un recital de un grupo setentero? ¡Menos! Él apenas llega a fin de mes con su sueldo…

De modo que los hombres chilenos, jóvenes y maduros, de verdad hoy están en más problemas que antaño para armar su nidito de amor, aunque sea puertas afuera. Claro, no es que estén desahuciados. Siempre se puede encontrar una media naranja que esté dispuesta a acompañarte "en lo próspero y adverso, en salud y en enfermedad", como todavía hace prometer el cura al casarnos.

Pero la verdad es que no es fácil. Porque de una u otra forma, subsiste en el inconsciente, que el hombre es el proveedor o, al menos, el que aporta un porcentaje mayor a la unión. De modo que, hombres de hoy ¡o juegan a la lotería con fe o asumen que, si del cielo caen limones, hay que aprender a hacer limonada… y venderla!

Por Patricia Collyer, periodista y psicóloga de la Universidad de Chile.
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