RABAT.- En la concurrida playa de los Udayas, en Rabat, donde las mujeres prefieren llevar chilabas a trajes de baño, cada vez hay
más chicas jóvenes dispuestas a afrontar los prejuicios subiéndose a una tabla de surf.
"Es más fácil en invierno porque las playas están vacías. En verano, nos pueden llegar a acosar mucho", explica Meriem, una ingeniera de 29 años que surfea desde hace cuatro, haciendo alusión a miradas de reproche o comentarios malintencionados.
"Por eso prestamos atención a lo que llevamos", afirma la joven, vestida con un mono de surf integral, como la mayoría de las surferas de esta playa.
Meriem considera que tiene suerte "por
haber crecido en una familia tolerante que respeta las decisiones de sus hijos".
En los círculos populares, donde los valores conservadores están muy arraigados, l
a primera dificultad con la que se topan las jóvenes suele ser convencer a su familia para que las deje practicar ese deporte.
"Algunas familias
tienen vergüenza de que sus hijas hagan deportes náuticos", afirma Jalal Medkuri, presidente del Rabat Surf Club, situado al pie de la fortaleza medieval de los Udayas, a dos pasos de los barrios obreros de la capital administrativa de Marruecos.
Tradición religiosa
En general, en Marruecos, "que las mujeres hagan deporte plantea problemas a algunos padres pues contradice sus valores y sus actitudes vinculadas con la tradición religiosa", apuntaba un estudio sociológico sobre los países del Magreb, publicado en 2010 y dirigido por Monia Lachheb, profesora e investigadora en el Instituto Superior de Deporte y de Educación Física de Túnez.
Según ella, "la vestimenta deportiva, las posturas y el movimiento" del cuerpo son sinónimos de "falta de respeto" y de "impudor", subrayaba el estudio.
Y, pese a los esfuerzos por promover la condición de las mujeres, la mentalidad evoluciona lentamente en Marruecos: el 72% de los hombres y el 78% de las mujeres creen que "una mujer vestida de forma provocativa merece ser acosada", según un estudio publicado en 2017 por la ONU.
En cambio, en lo que respecta al surf, "los padres animan a sus hijos cuando sienten que están en buenas manos", apunta Jalal Medkuri.
"Al principio, mi padre me acompañaba cada vez que quería surfear", explica Rim Bechar, una marroquí de 28 años, miembro del Rabat Surf Club. Ahora, acude "sola", se queda "sola todo el día" y "vuelve a casa sin problemas".
"La gente se ha acostumbrado a ver a chicas jóvenes en el agua, ya no es ningún problema. Pero cuando empecé, hace cuatro años, era un poco más difícil", señala Rim.
El surf entró en el paisaje marroquí en los años 1960, cuando los militares de una base franco-estadounidense introdujeron las primeras tablas en el país.
Chicas con tanga
A nivel local, el deporte se ha ido popularizando progresivamente, hasta atraer a las mujeres en los últimos años. Y eso, hasta el punto de que el reino acogió en septiembre de 2016 su primera competición internacional de surf femenino. Quizá algo esté cambiando.
Pero el trato reservado a las mujeres que practican surf difiere según las playas. En Mehdia, "no hay ningún problema", afirma Munir, un profesor de surf local. El verano pasado "incluso vimos a chicas con tanga en la playa y las autoridades no dijeron nada", asegura.
La playa de los Udayas, en Rabat, durante mucho tiempo reservada para los futboleros, es más conservadora: "A las chicas se las acosa a menudo", lamenta Rim.
Aun así, la playa atrae a numerosas surferas principiantes, porque en la desembocadura del río Bouregreg, las olas del Atlántico son menos fuertes que en otros puntos.
En el Rabat Surf Club hay inscritas "al menos entre 40 y 50 surferos, y las chicas también vienen con fuerza, representan ya casi la mitad de los miembros", dice Jalal Medkuri.
Lo más fácil para ellas es practicar el deporte en grupo. Además, los clubes les ofrecen un marco seguro que disuade a los acosadores y tranquiliza a las familias. "Al principio no era fácil, y por eso decidí unirme a un club", confirma Rim.