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Mantras, silencio y conexión: Así es la experiencia de asistir a un recital de música devocional

El fin de semana, el Teatro Caupolicán se volvió un oasis de relajación con las melodías de Deva Premal, Miten y Manose. Aquí te contamos cómo una de las presentes vivió el concierto, una pausa en medio de un mundo frenético.

29 de Mayo de 2018 | 15:13 | Por Amira Chamy, Emol
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Katu Dellacasa
SANTIAGO.- Hace frío, y en la entrada vendedores ambulantes ofrecen poleras con la palabra sánscrita "Namaste" y el mantra Om.

"Me da tranquilidad", eso es lo que dice una secretaria sentada frente a mí, cuando se refiere a la música de Deva Premal. Estamos esperando el comienzo del concierto, en el que la alemana se presentará junto a Miten y Manose, principales exponentes de la música devocional a nivel mundial.

No sé bien qué esperar. La parodia induciría a pensar que me encontraría con muchas personas con mats de yoga, turbantes e inciensos, pero no es así. Si bien muchos de los asistentes con quienes hablo están relacionados con el reiki, el yoga y una búsqueda espiritual atenta, la verdad es que el público es muy diverso y heterogéneo.

Hay jóvenes, adultos y personas de la tercera edad; familias, parejas y grupos de amigos. En mi camino me topo con informáticos, chefs, diseñadores, estudiantes, administrativos, artistas, trabajadores sociales y jubilados, entre muchos otros.

El escenario está adornado con banderines tibetanos, plantas, arbustos y pétalos de flores. Con este despliegue como centro, el Teatro Caupolicán comienza a llenarse poco a poco. Las conversaciones van llenando el espacio y cada ciertos minutos se escuchan los tintineos de unos címbalos de meditación, los que dejan una estela de sonido difuminándose suavemente.

Una señora cerca de mí usa su teléfono para hacer una videoconferencia con su hija en California: le transmitirá el recital en vivo con su celular. De pronto se apagan las luces, todos nos callamos y una voz dice "Namaste". Es Deva Premal, quien sube al escenario junto a Manose y otros tres músicos.

"Inhala profundo", dice Premal, mientras el público baja sus revoluciones y repite "Om" tres veces. Las luces terminan de apagarse por completo y comienza el viaje.

Deva, una mujer de cabellos largos y rostro sereno, empieza a cantar con una voz dulce y evocadora. Poco a poco la vista deja de importar y es el sonido el que empieza a reinar. Los músicos -algunos descalzos- acompañan a la alemana con instrumentos de percusión, vientos y cuerdas, provenientes de varias culturas, todo en medio de tenues y multicolores juegos de luces.

En medio de la penumbra, la hija de la señora de la videoconferencia se relaja en California. A través de la pantalla la veo en tiempo real, cerrando sus ojos y dejándose llevar por la música.

El público se calma y yo también. Mi cuerpo empieza a relajarse y relajarse, tanto que el dolor de cuello acumulado en la semana desaparece como por arte de magia.

Las palabras "Sarva Mangala Mangalyei" aparecen en la pantalla del teatro. Deva nos invita a cantar mantras con ella. La mayoría de los presentes no sabemos el significado del sánscrito, pero el efecto constante de su repetición -acompañado por la música gentil y amable-, no se hace esperar. Cada vez mi cuerpo se distiende más, se afloja, y se vuelve más liviano.


Deva y Manose con su flauta. Crédito: Katu Dellacasa.

Un canto que remece


Se trata de un concierto de música devocional, pero ¿a quién o qué se le canta? Antes de cada canción (mantra), Deva explica: Se le canta a la Tierra, a la naturaleza, a Dios, a la sanación. Se busca purificar nuestros pensamientos a través del canto, para tener pensamientos bellos, pensamientos beneficiosos.

En lo personal, suelo escuchar música de distintas corrientes espirituales, pero lo hago sola, en casa, con unos buenos audífonos y en un momento de relajo. Sin embargo, hacerlo aquí con otras 2.000 personas en un recinto cerrado, es una experiencia totalmente distinta. Se pasa de ser espectadores a protagonistas del concierto.

"Ahora, cierren los ojos y pongan sus espalda rectas", dice Premal. "Así es más fácil cantar y estar presente", agrega.

Si bien al principio las voces del público son tímidas, poco a poco comienzan a cobrar presencia. Mientras más calma hay, más se puede escuchar los cantos desde palco y platea. De repente, sin saber cómo, la vibración del canto colectivo se apodera del teatro. Yo también me animo a cantar, no le acierto mucho a las melodías pero se siente liberador.

"Cuando todos cantan uno se remece", me dice una señora, y creo que es verdad.

Los cantos se suceden uno a uno y los sonidos son orgánicos. A pedido de la alemana, ya no aplaudimos al término de cada canción, sino que respetamos el silencio. Les puedo asegurar que el silencio de más de 2.000 personas puede llegar a ser un sonido muy profundo.

Las melodías serenas e imposibles de la flauta de Manose, me llevan un lugar lejano, junto a la voz de Deva quien despliega gestos reposados y elegantes mientras canta.

"Esta música me provoca mucha paz, hace que se te paren los pelos"; "Me ayuda a conectarme conmigo mismo"; "Me hace sentir más conexión con lo sagrado"; "Es música para relajarse"; "Me llega al corazón", son algunos de los comentarios que se escuchan a mi alrededor.

La noche continúa y en un momento Miten, compañero musical y de vida de Deva, sube al escenario e interpreta temas de pulsaciones más rápidas. El público se prende y mientras todos cantan de pie plácidamente, el británico pide que hagamos el gesto de Namaste con algún desconocido del público, frente a frente, casi pegados. Lo siento, pero no puedo hacerlo, sencillamente no lo siento natural. Miro a mi alrededor y la mayoría de los asistentes realizan el gesto, se inclinan entre sí y se otorgan buenos deseos.

Todos cantan, podría asegurar que todos están genuinamente felices. El canto es calmo y unificado.

El concierto acaba y sosegados comenzamos a abandonar el lugar. Al salir veo a un par de adultos mayores y les pregunto: "¿Y ustedes, se animaron a hacer el Namaste con un extraño?". "Sí, lo hicimos", me responden. "¿En serio? ¡Qué valientes! ¿Y cómo se sintió?", indago. "Bien, bien", me responde la mujer y agrega: "Es como que uno llega a la otra persona y ella llega a uno". A lo que el esposo añade: "Aunque sea un momento, un instante, es un momento único. Es muy bonito. Nos vamos felices".


Deva y Miten se conocieron en India, y continuaron su camino juntos. Crédito: Deva Premal & Miten / Captura Instagram.
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