Gignac estuvo en la cárcel en el pasado por distintos fraudes, pero al salir de prisión, retomaba su identidad principesca.
Pantallazo Miami Herald
SANTIAGO.- "El hambre que sentían era una forma de vida", dice una biografía de Anthony Gignac (47) refiriéndose a la infancia con su hermano en Colombia, y que fue presentada por su abogado defensor en 2006 en uno de los tantos juicios que ha debido enfrentar.
El próximo mes, el hombre que supuestamente vivió el abandono en las calles colombianas, conocerá lo que puede ser la sentencia judicial que pondrá fin a dos décadas de engaños y estafas, haciéndose pasar por un príncipe saudí.
Tenía un penthouse en la exclusiva isla Fisher en Miami y varios autos de lujo que incluso
tenían patente diplomática, aunque más tarde se supo que Gignac las había comprado por eBay.
Presentándose como Khalid bin al-Saud, logró que le abrieran las puertas los hoteles -alojándose sin pagar-, las tiendas, los ejecutivos -que le daban tarjetas con un increíble crédito- y los inversionistas.
Fue Jeffrey Soffer, inversor de bienes raíces, el que lo descubrió y gatilló la búsqueda policial que terminó apresándolo. Según su testimonio, Gignac se contactó con él a través de un colaborador, asegurándole que estaba interesado en invertir 440 millones de dólares en el resort Fountainebleau de Miami.
Su último engaño
Soffer le creyó en un comienzo y lo invitó a alojarse en el hotel, hasta donde Gignac llegó en un Ferrari como el príncipe saudí.
Más tarde, en agosto, y como agradecimiento por la invitación, Gignac invitó a Soffer a su penthouse, donde le mostró un documento que supuestamente certificaba que tenía el respaldo del Banco de Dubái, por 600 millones de dólares. Como parte del plan para deslumbrar a Soffer, el falso príncipe lo invitó un mes después a Aspen, en su jet privado.
Pero a Soffer no le calzaba algo. El príncipe solía comer cerdo en algunas de sus reuniones y, según tenía entendido, eso no le correspondía a alguien que decía ser musulmán.
Tras pedirles a funcionarios del hotel que lo investigaran, se dio cuenta de que todo había sido un engaño.
Gignac fue arrestado en noviembre pasado, cuando viajaba de Londres a Nueva York con documentos falsos.
Cuando la policía llegó a su casa, encontró una serie de documentación falsa, incluyendo las patentes de sus autos, y miles de dólares en efectivo. El falso príncipe, por su parte, se declaró culpable de hacerse pasar por un diplomático extranjero, de robo de identidad agravado y conspiración para cometer fraude.
"Si tiene dinero, tiene poder"
Tal como lo registró el abogado que lo defendió en 2006 -por fraude bancario-, la historia de Gignac se remonta a la década de los '70, cuando con su hermano
"sobrevivieron lo mejor que pudieron", viviendo en la calle. Siendo aún niños, fueron adoptados por una pareja de Michigan, Nancy y James Gignac.
Según el relato, Anthony llegó a Estados Unidos sin saber el idioma, y creó un fuerte lazo con su madre adoptiva, a tal punto, que sentía pánico cuando ella salía de la casa. Paralelamente,
comenzó a mentir de forma temprana acerca de su identidad, y le gustaba decir que sus papás eran dueños de un lujoso resort o que su verdadero padre era un actor de Hollywood.
"Sus primeros años de desarrollo le enseñaron que si tiene dinero, entonces tiene poder, un poder que nunca tuvo en sus años de formación", escribió su abogado de entonces.
Siendo un adolescente, Gignac tuvo un "colapso mental", después de que sus papás se separaran y hasta pasó un año en un hospital psiquiátrico. Fue ingresado a un centro de rehabilitación, pero escapó cuando tenía 17 años, informó The Washington Post.
Huyó a California y luego de conseguir una tarjeta de identificación con el nombre de Khalid bin al-Saud, comenzó a realizar sus estafas, cayendo a la cárcel en algunas ocasiones. Con todo, por 20 años, nada le impidió seguir con su vida inventada.