SANTIAGO.-
Eliana Fuentes no se lo esperaba. Dice que sin aviso previo, alumnos y ex alumnos la empezaron a llamar o a visitar en el
Colegio de Ciegos Santa Lucía, donde desde el año 2004 prepara a alumnos con esta discapacidad y los convierte en masoterapeutas de primer nivel, para que puedan reinsertarse en el mundo laboral, ya sea en empresas o por medio de sus propios emprendimientos.
"Yo tengo mi propio registro. De los más de 100 alumnos que se han titulado en el colegio, un 70% de ellos están trabajando, lo que me da mucha alegría", cuenta a
Emol esta profesora de vocación, después de una nueva jornada de clases en el establecimiento de la Fundación Luz ubicado en la comuna de la Cisterna.
El motivo de tantas visitas -supo después la maestra próxima a cumplir 73 años- se debía a un homenaje que le estaban organizando en agradecimiento por las enseñanzas y valores entregados para valerse por sí mismos una vez egresados del colegio.
"La profesora Eliana empezó con esta idea de las capacitaciones en masoterapia. Estamos muy agradecidos", cuenta
Pamela Aquino quien junto a
Sebastián Gómez y
Alejandro Terrazas, organizaron el homenaje que se realizó dentro del colegio. Este incluyó saludos en video que ex alumnos grabaron desde distintas regiones de Chile para estar presentes, al menos con su voz, en el reconocimiento a su profesora.
"Yo pensaba que me estabas despidiendo porque creían que me iba a morir", cuenta entre risas la profesora Eliana, quien en esta entrevista recuerda cómo casi por accidente empezó a formar masoterapeutas ciegos.
"Al principio me dio miedo"
"Yo soy esteticista integral y cosmetóloga. También me perfeccioné en Bueno Aires, Argentina. Tuve mi propio local en el Mall Panorámico, en Providencia, donde también hacía atenciones faciales e iniciaciones en reiki, y realizaba cursos básicos de masoterapia cuando me lo pedían. Pensaba que me iba a dedicar a eso toda la vida, hasta que, por el año 2000, unas personas que conocía me invitaron a participar del proyecto de una OTEC (Organismo Técnico de Capacitación), haciendo clases de masoterapia, lo cual acepté. Pero estos bandidos nunca me dijeron que mis alumnos iban a ser ciegos. Lo supe cuando entré a una sala del Colegio Santa Lucía y me encontré con mis primeros 30 estudiantes. Y aunque al principio me dio algo de miedo, al final del curso me enamoré de la idea".
- ¿Nunca supo que sus alumnos iban a ser ciegos?
"No, estos señores se habían ganado un proyecto para enseñar masoterapia a los ciegos que trabajan en la calle, y no les resultó, porque las personas preferían seguir en la calle. Luego lo propusieron al Colegio Santa Lucía, donde la directora de la época, señora Pilar Aguirre Díaz, acogió el proyecto. Yo le caí bien y partimos. Cuando llegué a mi primer día de clases, me di cuenta del desafío: eran 30 personas ciegas o de baja visión, de ambos sexos, con tantas dudas como yo. Para dentro pensé '¿qué hago?' Yo nunca había tratado con personas ciegas. Pero al final de esas 100 horas, la verdad es que me enamoré de esto. Era una buena manera de que la gente volviera hacer algo".
- ¿Cómo fue esa primera capacitación?
"Yo llevaba las sabanillas que tenía. Las clases no las hicimos en camillas, si no que adaptamos camarotes y colchones. Partimos con masaje de relajación en camilla y masaje podal, algo muy simple. Pero me tocó enfrentar de todo: estudiantes que se caían o que tenían diabetes y había que tratarlos. Yo, con el reiki, les ponía las manos para que se le quitara el dolor. Los 30 terminaron el curso e hicimos un acto de finalización muy lindo, en una capilla que tenía el colegio en su anterior edificio".
- ¿Luego de eso profesionalizaron el curso?
"En ese tiempo mi hijo, Eduardo Cisternas, estudiaba medicina. Le dije que esto era algo bueno para que gente que ha quedado ciega pueda reinsertarse en el ámbito laboral. Así que entre ambos presentamos un proyecto. Él se enfocó en la anatomía y yo en la parte práctica. Se lo presentamos a la directora y en la Fundación Luz, lo aceptaron. Después, a los masajes de relajación, agregamos masaje en silla ergonómica, y fuimos cada vez profesionalizándolo más. Y nos empezaron a llamar de empresas. En el verano de 2006 fuimos al Parque Arauco donde estuvimos un mes y se dieron más de 4 mil masajes. La directora del colegio nos fue a ver trabajar y a mí me retó porque me vio metiéndoles chocolatitos a los alumnos en el bolsillo. Me decía: '¡Eliana!, ellos están trabajando. En otra parte no se van a preocupar si comieron o no. Deben resolverlo solos'. Y tenía razón, desgraciadamente es así en el mundo laboral".
- Hoy los cursos de masoterapia del Colegio de Ciegos Santa Lucía son muy reconocidos, tienen mucho prestigio...
"Sí, es que los hemos profesionalizado. Yo reestructuré la capacitación para enseñar también drenaje linfático manual, reflexología podal, masajes en reiki. Hoy se convirtió en curso de masoterapia integral, primer, segundo y tercer trimestre, y se da examen. La capacitación se hace en el colegio mientras los alumnos cursan su enseñanza media, y también postulan de todo Chile. Realmente abre oportunidades. Antes, los alumnos hacían escobas y hoy hacen masoterapia en hoteles, hospitales y lugares especializados. Me da mucha felicidad cuando pregunto si necesitan masoterapeutas para las prácticas. Me dicen: 'Mándelos al tiro, los estamos esperando'".
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No todos los alumnos que llegan al colegio nacieron ciegos. ¿Es más difícil para los que dejaron de ver siendo adultos?
"Tenemos muchos casos de personas que quedaron ciegas de adultos. Uno, por ir manejando en estado de ebriedad, aterrizó en una plaza. Y perdió la visión. Otro joven se acostó bien y amaneció ciego porque aparentemente le atacó un virus. Otro que tenía retinitis pigmentosa, trabajaba en una empresa, y al tercer café que le dio vuelta a una persona, fue al oftalmólogo. Le dijo vas a quedar ciego. Se despidió de su familia, y se puso una soga al cuello. Por esas cosas de la vida se salvó. Son personas que mandan en sus casas, entonces volver a trabajar, a llevar el sustento, les vuelve a dar un impulso. Acá, hay que enseñarles de todo. Y yo tengo la voz media pesada, jaja, pero aprenden".
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Nadie está libre de sufrir estas situaciones...
"Yo he tenido carabineros, chiquillos jóvenes, casados, con hijos, que fueron a una redada y le cayeron estos balines que los dejan ciegos. También he tenido jóvenes que andaban en malos pasos y quedaron ciegos. Al final del curso, me dicen que gracias a que quedaron ciegos hoy tienen otra vida, si no estarían en prisión. Incluso estar ciego es uno de los problemas menores, porque los que tienen esta condición, a veces sufren otros problemas más graves. La vida es muy compleja".
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¿Cuál es la importancia de reinsertarse laboralmente?
"Al colegio muchos llegan abajo (deprimidos), y se van mejores, porque saben que se acabó algo importantísimo, a lo mejor quedar ciegos será un duelo eterno. Pero se les abrió otra puerta, ya que pueden trabajar. Yo les digo que la cosa no es fácil, que se esfuercen. Les digo '¿qué prefieren ustedes que digan?: Oye, aquí en la esquina se instaló un cieguito que cobra re barato; u oye, me fui a hacer un masaje, quedé como nuevo'. La parada cambia, la forma de verse así mismo, el saber 'yo me gané esto'. El pan tiene otro sabor cuando yo me gano el peso. Por eso, capacitarse y trabajar, impacta en la autoestima. Al principio muchos me decían que no podían. Hoy tienen sus propios emprendimientos o trabajan en muy buenos lugares. Y muchos hacen mejores masajes que yo, es maravilloso cuando han superado a la maestra".
La entrevista debe terminar. Eliana Fuentes es llamada a su homenaje. La reciben con música, comida, flores y muchas lágrimas. Es la forma de dar las gracias a su profesora quien, asegura, seguirá haciendo sus capacitaciones hasta "cuando tenga fuerzas".