El "vamping", o trastorno del sueño por usar el celular en la madrugada, afecta en especial a los adolescentes.
El Mercurio (Imagen referencial)
Las tecnologías de la información y comunicación han modificado profundamente nuestra manera de comunicarnos y de relacionarnos. Y aunque no hay duda de que conllevan múltiples ventajas en nuestra vida cotidiana, la elevada exposición a los computadores, tablets y smartphones ha gatillado nuevos riesgos para la salud –que han sido magnificados por la pandemia–, a los cuales es importante identificar y prestarles atención.
Entre los riesgos que han sido detectados producto del uso excesivo de estas tecnologías, que terminan afectando el bienestar y el funcionamiento de las personas, se cuentan:
-Tecnoestrés: Estado psicológico negativo causado por el uso desmedido de estas tecnologías, siendo una respuesta adaptativa a la falta de habilidad para manejarlas de un modo saludable.
-Text-Neck: Conjunto de dolencias en la zona cervical derivadas de revisar constantemente el teléfono y la adopción de posturas incorrectas para estar conectado.
-Vamping: Trastorno del sueño marcado por el uso del celular durante la madrugada. Este tipo de insomnio y la falta de horas de sueño producto de la hiperconexión afecta principalmente a los adolescentes, repercutiendo en su rendimiento escolar y en sus relaciones.
-Nomofobia: El miedo irracional a no tener el teléfono móvil o conexión a internet. Proviene de la necesidad de estar conectado constantemente.
-Smombies (smartphones + zombies): Es la actitud de circular o realizar actividades sin prestarles atención por estar pendiente del smartphone. En algunos países se considera un peligro para la salud pública ya que aumenta el riesgo de sufrir accidentes.
-Phubbing o ningufoneo: Es ignorar a las personas que están alrededor por prestarle atención y darle prioridad al celular. Es un comportamiento nocivo en la interacción social.
A esto se suma la combinación de la hiperconexión digital con el sedentarismo, que termina generando problemas circulatorios, respiratorios, musculares y mentales.
Practicar la desconexión digital para romper con la dependencia
Todas éstas son afecciones que no se contagian como un virus, sino que se propagan por el estilo de vida. Para enfrentar estos problemas, en primer lugar hay que identificarlos y reconocer cuál es el origen.
Una medida útil es practicar la desconexión digital, para romper con la dependencia que generan estos aparatos; ser capaces de buscar oasis que liberen de la sobrecarga de información y dejar espacio para que la mente se recargue.
También ayuda la activación física, realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada semanal. Así como buscar apoyos en la familia, las amistades o los compañeros de trabajo, ya que la comunicación y la interacción social son buenas herramientas para gestionar el tecnoestrés.
A esto se debe agregar el autoconocimiento, ya que conocer nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades permite enfrentar mejor estos nuevos desafíos; y la capacidad de adaptación al cambio, que es lo que nos ha permitido evolucionar y sobrevivir como especie.