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Las fiestas de fin de año y el verano son una época riesgosa para una serie de trastornos alimenticios que están en ascenso

En esta época se rompen las rutinas, aumenta el estrés, hay exceso de comida, suben las temperaturas y se suele exponer más el cuerpo. Por estos motivos, "La Nación" de Argentina analizó las señales de alerta y otras claves para entender mejor -y tratar a tiempo- algunos de los problemas de salud mental que saltan a la mesa.

24 de Diciembre de 2022 | 12:18 | Por "La Nación", GDA / Equipo Multimedia, Emol.

Los trastornos de la conducta alimentaria son una de las problemáticas de la salud mental que más crecieron en los últimos dos años. Sin embargo, esta época, con el verano y las fiestas a la vuelta de la esquina, es particularmente riesgosa para las personas vulnerables a desarrollarlos o que se encuentran en tratamiento.

    ¿Por qué pasa esto??

    Son varios los factores. Por un lado, antes, durante y después de las fiestas, los encuentros sociales se multiplican y tienen un común denominador: exceso de comida. En ese contexto, con frecuencia aparecen comentarios como “esta semana ayuno porque se viene Navidad y me voy a comer todo”, “comí tanto que mañana no pruebo bocado” o “ahora me voy a matar en el gimnasio”, según las especialistas consultadas por el medio argentino La Nación, perteneciente al Grupo de Diarios de América (GDA).
  • El peso de las palabras. Aunque no lo advirtamos, esas frases pueden tener un gran impacto en quienes nos rodean. “Son una forma de modelar negativamente tanto a los familiares como a los hijos. Todo lo que es el food talk y el body talk se exacerba en esta época: es decir, el hablar mucho de la comida, del cuerpo del otro y del propio”, alerta Juana Poulisis, psiquiatra y reconocida especialista en trastornos de la alimentación.
  • Pérdida de rutinas. Las reuniones sociales suelen venir de la mano de descontroles alimentarios, un mayor consumo de alcohol y desorganización en las rutinas. “En los pacientes con trastornos de la alimentación, eso puede generar recaídas o lo que llamamos ‘conductas problema’, como la restricción alimentaria en los días anteriores o posteriores, las purgas, el uso de laxantes o el ejercicio compulsivo”, explica Poulisis y enseguida agrega: “Quienes no tienen estos trastornos, también pueden tener conductas aisladas de este tipo”.
  • La exposición del cuerpo. A todo esto hay que sumarle que, con el calor, hay una mayor exposición del cuerpo, lo que, según cuenta Poulisis, hace que muchas pacientes lleguen al consultorio “sintiéndose más gordas o grandes, con la sensación de no estar físicamente bien”.
  • Miedo a perder el control. Paula Rodríguez, nutricionista de Equipo Libertador suma que las sobremesas largas frecuentes en esta época y la gran cantidad de comida, aumentan el estrés para quienes tienen un trastorno de la alimentación, generando un “miedo a la pérdida de control”. “Nos juntamos más con otras personas y se come distinto: puede ser que haya otra calidad y cantidad de comidas y está bien que así sea. Tenemos que aceptar estas diferencias y eso se vincula con la flexibilidad: comer saludable también habilita el placer”, detalla.
  • Pexels | Ketut Subiyanto

    Qué son los trastornos de la conducta alimentaria

    Es fundamental entender que son enfermedades complejas y serias de la salud mental, en las que intervienen una multiplicidad de factores, como por ejemplo estos tres:
  • La predisposición biológica.
  • La vulnerabilidad emocional.
  • Las características de la personalidad (como la sobreexigencia, la impulsividad o la dificultad de poner en palabras las emociones) y del entorno familiar y social.
  • Quiénes son más vulnerables a desarrollarlos

    Si bien la mayor prevalencia se da en mujeres jóvenes, “la obsesión por estar delgados no tiene género ni edad”, advierte Poulisis. En los últimos tiempos los desórdenes alimentarios se han extendido a nuevos grupos de riesgo: a los consultorios llegan tanto niñas de 9 u 11 años que todavía no tuvieron su primera menstruación, como mujeres de más de 40 años. También, se incrementaron los casos de varones de todas las edades.
    Pexels | Sora Shimazaki

    Los trastornos más frecuentes:

  • Bulimia nerviosa: se da en personas que suelen tener normopeso (el que se considera adecuado según determinados parámetros médicos) o un ligero sobrepeso. Tienen episodios de atracones recurrentes, caracterizados por una ingesta incontrolable de comida en pocas horas. Después, tratan de compensar las calorías con medidas extremas como vómitos, uso de laxantes, diuréticos, enemas, restricción severa de calorías o ejercicio intenso. En mujeres jóvenes y adolescentes de países desarrollados, la prevalencia es del 3%.
  • Anorexia nerviosa: se caracteriza por una restricción alimentaria (dieta) intensa, motivada por la insatisfacción con el propio cuerpo y un miedo punzante a engordar. La pérdida de peso es tan importante que desencadena un cuadro de desnutrición. Hay una gran distorsión de la imagen corporal y, al igual que en la bulimia, también pueden darse prácticas compensatorias como el ejercicio compulsivo. En mujeres jóvenes y adolescentes de países desarrollados, su prevalencia es del 0,5% al 1% de la población.
  • Trastorno por atracón: aunque tiene menos “prensa”, es más frecuente que la bulimia y la anorexia y afecta a una gran población de quienes tienen sobrepeso. Mientras siguen dietas restrictivas, las personas experimentan con frecuencia una compulsión por comer grandes cantidades de alimentos hipercalóricos en poco tiempo, con una sensación de pérdida de control. Cuando el episodio compulsivo llega a su fin, aparecen los sentimientos de culpa y vergüenza. A diferencia de la bulimia, no incurren en conductas compensatorias para contrarrestar las grandes ingestas de alimentos. En América Latina, tiene una prevalencia del 3,54% de la población.
  • Anorexia atípica: quienes la desarrollan tienen todas las características de la anorexia nerviosa, excepto que mantienen un peso estándar o un ligero sobrepeso. Eso hace que sea difícil de detectar, e incluso una gran cantidad de profesionales de la salud no están capacitados para detectar esta problemática. De acuerdo a algunas estimaciones, el 4,9% de la población femenina podría tener anorexia atípica.
  • Pexels | Andrew Neel

    Los mitos más extendidos

    Aunque cada vez hay más conciencia sobre el alcance y el impacto de los trastornos de la conducta alimentaria, hay mitos que dificultan el diagnóstico y la atención temprana:
  • “Con solo ver a una persona podés saber si tiene un trastorno de la alimentación”. La mayoría de quienes atraviesan una enfermedad de este tipo, no lucen extremadamente delgados. De hecho, pueden darse en personas de cualquier peso. En algunos casos, la apariencia “saludable” puede demorar la búsqueda de ayuda.
  • “Son un capricho o un llamado de atención”. Los trastornos de la alimentación no son una elección, sino enfermedades complejas y multicausales. Entre otros factores, están asociados a una estructura y función cerebral diferente de la de otras personas, con estilos cognitivos y rasgos de personalidad particulares.
  • “Solo afectan a mujeres jóvenes”. Como dijimos, estas enfermedades pueden desarrollarse en personas de cualquier género y edad. En el caso de los varones, tienden a buscar menos el tratamiento y, por ende, son menos diagnosticados. Poulisis sostiene que muchos comienzan, a edades maduras, a padecer la obsesión de mantenerse eternamente jóvenes, emprendiendo jornadas eternas de ejercicio y dietas obsesivas.
  • Pexels | Nicole Michalou

    Cuáles son los menos conocidos

    En los últimos años, los profesionales de la salud fueron poniéndole nombre a nuevas manifestaciones clínicas. Estos son algunos de los menos conocidos:
  • Alcohorexia: todavía no formalizada en el discurso médico académico, combina trastornos alimentarios con el abuso del alcohol. Consiste en intentar reemplazar las calorías de una comida completa por las de un “atracón de alcohol”. Principalmente, la padecen mujeres entre los 15 y 30 años, que recurren a las bebidas alcohólicas para soportar cargas emocionales. Su fin último es siempre el mismo: mantenerse delgadas a toda costa.
  • Pregorexia: implica un temor obsesivo a aumentar de peso durante el embarazo, que pone en riesgo a la madre y el bebé. Por lo general, este trastorno no aparece repentinamente durante la gestación, sino que puede que haya estado latente y se haga evidente en esa etapa. La falta de nutrientes que se genera puede ocasionar bajo peso del bebé al nacer y partos prematuros, entre otros riesgos.
  • Vigorexia: También conocida como “anorexia invertida” o dismorfia muscular, quienes la desarrollan (en su gran mayoría varones) persiguen un ideal corporal opuesto al de la anorexia: sueñan con un cuerpo musculoso y grande. Sin embargo, y a pesar de entrenar obsesivamente para conseguirlo, se perciben como “flacuchos”, carentes de atractivo físico y “débiles”. Puede derivar en sentimientos de depresión, ansiedad, culpa y malhumor.
  • A qué señales hay que estar atentos

    Si bien cada trastorno tiene sus particularidades, estos son algunos signos de alarma:
  • Aislamiento: suele ir acompañado de irritabilidad, depresión y malhumor. También puede verse hiperactividad, exceso de actividad física, movimientos excesivos de piernas o moverse mucho en la casa.
  • Rigidez a la hora de comer: restricción de alimentos, rehusarse a comer o saltear comidas. Temor constante a engordar, culpa y conductas compensatorias (como purgas o ejercicios compulsivos) cuando se come algo que se hubiera preferido evitar.
  • Obsesión por el cuerpo: se miran constantemente en el espejo y se pesan. Tienen una gran y constante preocupación por la imagen corporal. Suele darse el body talking o food talking, el estar permanentemente hablando del cuerpo (propio o de los otros) y de comida.
  • Esconder o acumular comida: en el caso de quienes tienen atracones, suele faltar comida. Se encuentran envoltorios de laxantes o de alimentos escondidos en los dormitorios.
  • Cambios en el peso y la talla: detenimiento del crecimiento, excesiva pérdida de peso o aumento abrupto por los atracones. Pueden observarse algunas conductas después de las comidas, como levantarse de la mesa inmediatamente e ir al baño.
  • Pexels | Nicole Michalou

    Las recomendaciones para las fiestas

    Tanto para quienes atraviesan un trastorno de la alimentación como para sus personas queridas, las especialistas sugieren:
  • No pensar este momento del año como “el único en el que tengo permitido comer ciertas cosas”. Daniela Ciccioli, psicóloga y coordinadora general del área de grupos del Equipo Libertador, subraya que es importante desterrar este tipo de pensamientos y hacer “una elección más consciente de qué tengo ganas de comer, reconociendo y validando cuáles son las cosas que nos dan miedo”.
  • Evitar la restricción alimentaria o el salteo de comidas los días antes o después: hay que entender que esta es una época particular y que luego podrán retomarse las rutinas.
  • Que no haya comida en exceso: que los invitados traten que no quede sobrante y se lleven los restos “para evitar los excesos en personas que, por ejemplo, están en tratamiento por una bulimia o un trastorno por atracón”, recomienda Poulisis.
  • Ayudar al momento de servir el plato en el caso de los pacientes que “no están estabilizados”, para ordenarlos y que eviten el “picoteo”.
  • Que la reunión no sea exclusivamente para comer, sino para disfrutar. Que haya música y baile, por ejemplo, y que no todo sea “vamos a comer hasta reventar”. Que el foco esté en “el agradecer”, en poder reflexionar acerca de “qué nos pasó de lindo este año y qué esperamos que sea diferente el próximo”, dice Poulisis.
  • Que se ofrezcan opciones de todo tipo de comidas, generando lo que Rodríguez llama “una mesa inclusiva”.
  • Siempre hay que estar atentos a las señales de alerta: en las reuniones familiares a veces se ve que un integrante no comió, que comió excesivamente o se fue corriendo al baño.
  • Hacer un registro emocional: Ciccioli sugiere tomar conciencia de “cómo me estoy sintiendo, cuáles son las cosas que me preocupan, qué escenario pienso anticipadamente y creo que puede ser catastrófico, qué cosas me puedan ayudar y puedo pedirles al entorno próximo, reconociendo y registrando lo que me pasa”.
  • No romantizar las fiestas: desde el Equipo Libertador subrayan que es clave entender que todas las emociones son válidas y ver de qué manera surfear ese momento de la manera más saludable posible, entendiendo que los trastornos de la alimentación implican un proceso y quizás hay fiestas más complejas o no tan felices, pero que con un tratamiento se puede salir adelante.
  • No hacer comentarios sobre el físico de otras personas: Poulisis remarca que, como sociedad, tenemos el hábito de comentar sobre el cuerpo del otro, con comentarios como: “qué gordita que estás”, “no es tan flaquita como su hermana”, etc. “¿Qué tal si en estas fiestas cuando nos veamos, nos decimos, en cambio: ‘qué lindo verte’, ‘qué feliz estar todos juntos’, ‘qué bien te queda ese color’, ‘amo tu sonrisa’? O no decimos nada, simplemente nos abrazarnos y nos miramos con aceptación, pero sin hablar del físico, porque somos más que nuestra apariencia y en estas fiestas tenemos que brindar por eso”, concluye la psiquiatra.
Texto y contenido: María Ayuso, La Nación (GDA) | Adaptado por: Equipo Multimedia, Emol.
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