Partamos con la mezcla. Las más grandes empresas de alimentos, que producen huevitos, poseen para ello una Planta de Chocolate donde se reciben las materias primas. Ahí, durante cinco a diez minutos, se mezcla la manteca de cacao en bloque y el licor del mismo.
Luego los otros ingredientes. Posteriormente se les adhiere azúcar, emulsionantes, saborizantes y distintos tipos de leche en polvo (entera o descremada) que forma una pasta espesa.
Refinación. Algunas empresas suelen mover esta pasta por unos rodillos que disminuye el tamaño del azúcar granulada.
Ahora el conchado: un proceso de mezclado y amasado que se realiza para mejorar su textura, sabor y aroma.
Algunas empresas -por razones de seguridad- pasan este líquido por unas barras con imanes que atrapan, si es que lo hubiesen, las partículas de algún metal que quedó en el proceso.
Habiendo hecho el chequeo previo, la mezcla se conservan en estanques, que calefaccionan el producto con agua en sus paredes a 45°C.
Listo el chocolate, hay que darle forma. Para ello, la mezcla pasa de los estanques grandes a otros de menor tamaño.
En este lugar se tempera y se cristaliza para que tenga un brillo adecuado.
Desde ahí pasan a la línea de moldeado, donde el chocolate se dosifica en moldes ovalados. En algunas empresas, esta correa puede manejar desde 300 a 1.000 unidades.
Antes de empaquetarse, cada huevito debería pasar por un túnel de frío a casi 5° C, por 20 minutos para completar su solidificación.
Por protocolo, al igual que el quinto paso, los huevitos de chocolate pasan por un detector de metales para asegurar la calidad del producto.
Finalmente máquinas automatizadas visten los huevitos y se paletizan, es decir: se agrupan, se ponen en cajitas y se transportan. ¡Listos para el supermercado!
¡Ojo! Años previos, la Seremi de Salud Metropolitana, ha recomendado que un niño de cuatro a cinco años debe comer solo ocho huevitos pequeños sin relleno en un día. En tanto, los pequeños de dos a tres años cuatro unidades.