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Columna: Pastelero a tus...

El vaso se derramó cuando el ingenuo que coloca la banda sonora en el local puso un disco de Nino Bravo. La docena de comensales de esa mesa de caras conocidas no se aguantó las ganas de gritar "Un beso y una flor", intentos por caer simpáticos que el resto de los parroquianos debía compartir.

11 de Julio de 2000 | 16:55 | El Mercurio Electrónico
SANTIAGO.- El Liguria, los jueves por la noche, es bien parecido a una teleserie. O a "Viva El Lunes". Todos juran que no van a ir, que no piensan aparecer por ese culto de distintas estofas, pero al final si uno quiere encontrarse con alguien la respuesta es el reflejo condicionado y uno termina yendo, como uno de los muchos más encerrados entre un techo de humo, un cerco de mesas y un infierno de voces.

Hay ciertas reglas tácitas que se guardan en esa estrechez. Aunque alguien se muera de ganas de acercarse a coquetearle a la María José Prieto, el tipo deberá aguantarse. Ni siquiera mirarla. Hay que hacerla sentir común, empujarla suavemente cuando uno pasa al baño, disputarle la mechada palta si sólo queda una.

Son ellos quienes se buscan ese trato igualitario. Y eso se agradece. Se esconden en un rincón, toman su cerveza casi con la boca cerrada, pagan y se van.

Pero el jueves pasado la regla se rompió. Toda una larga mesa, atravesada en el salón más grande del bar, era bulla, carcajadas y brindis que, sin querer, el resto de los parroquianos debía compartir.

El vaso se derramó cuando el ingenuo que coloca la banda sonora en el local puso un disco de Nino Bravo. La docena de comensales de esa mesa de caras conocidas no se aguantó las ganas de gritar "Un beso y una flor", intentos por caer simpáticos que el resto de los parroquianos, de nuevo, debía compartir.

Uno de los que andaba conmigo llamó al mozo y le preguntó por qué a ellos no se les hacía callar, como le habían pedido a otro grupo hace dos semanas. "¿No crees que se les está pasando la mano?", le preguntó mi amigo. "Es que son famosos", dijo el mozo, con todo lo neutro que puede ser la respuesta.

Cuando terminó la canción, Rozental, Poli y todo el resto del grupo de caras conocidas se autoaplaudió el histérico numerito.

El resto de los parroquianos ya estaba pagando la cuenta.

Enzo Pascal
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