BUENOS AIRES.- Si algo le sobra a la nueva vida de Diego Maradona es una alta dosis de polémica. Si a algún personaje le faltaba recibir sus dardos era al Papa Juan Pablo II, aludido por el ex futbolista como "un hijo de puta", en una entrevista televisiva difundida el domingo en Argentina, y en la que aludía a los tesoros guardados en el Vaticano mientras el Pontífice visita a miles de niños que se están muriendo de hambre.
Para mucha gente, las palabras de Maradona sirven de sobremesa, por lo que la Iglesia, a través del Arzobispado porteño, asegura que los comentarios del ex deportista son "los efectos terribles que la droga tiene sobre una persona que fue creyente".
En su estada en Cuba, el ex astro del fútbol comentó varias de las anécdotas que recopila en su libro "Yo soy Diego", que próximamente se editará. Entre ellas, Maradona narra una visita al Papa, tras obtener un título con el Nápoles. "Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo", confesó.
Incluso recordó un libro sobre el Banco Ambrosiano que hacía alusión a que en el Vaticano "se traficaba con órganos de chicos, droga y armas".
Al término de esa visita, el Pontífice le regaló un rosario idéntico al que entregó a todos los demás que estaban ahí. "Este es especial para vos", le habría dicho el Papa, pero el futbolista se dio cuenta de que era igual al de todos. "Entonces lo encaré '¿qué tiene de especial si es igual que el resto?'. Se quería suicidar el hijo de puta". El Papa le explicó que ése estaba bendito, a lo que Maradona le dijo: "¿Cómo?, ¿Y los otros no?".
El vocero del Arzobispado de Buenos Aires, Guillermo Marcó, repudió los comentarios del jugador, pero comentó que "el famoso oro del Vaticano es una herencia y un patrimonio cultural de la humanidad. Juan Pablo II no salió a buscar ese patrimonio cultural, ya estaba de antes".
Maradona dejó abierta la polémica cuando la Iglesia le sugirió arrepentirse de sus declaraciones. "Que me perdonen los que creen en el Papa, pero yo no me retracto".