LA PAZ.- Caminar por el Paseo del Prado, el referente obligado para el que quiera comprar chucherías típicas bolivianas, es un buen ejercicio. Si ya la temida altura es un peso en la cabeza, las callejuelas asemejan cualquiera de las empinadas subidas de Valparaíso, por lo que los cincuenta minutos que por allí deambuló este mediodía la selección chilena dejó a varios de los futbolistas con unas irresistibles ganas de una siesta.
Fue una procesión. Los veintidós jugadores, muy juntos, a la usanza de los paseos parvularios, fueron acompañados por el grupo de periodistas acreditados y por un puñado de curiosos paceños, los que extrañamente aseguraban que la Roja iba a ganar el miércoles.
Los chilenos, cancheros, se dedicaron a firmar autógrafos y a tratar de despegarse de la férrea marca de varios niños que no se conformaron con un simple autógrafo.
De regreso al hotel, Alberto Nieme, miembro del equipo médico de la Selección, explicó que para este tercer día la actividad física es más baja debido a que, como experiencia de las clasificatorias anteriores, se trata de la jornada en la que los jugadores pueden sufrir con mayor intensidad los efectos de la altura.
Sin embrago, sostuvo que poco a poco los problemas de adaptación de los futbolistas se han ido reduciendo. "Las pruebas físicas y lo que hemos conversado con ellos nos han permitido saber que el trabajo de adaptación ha ido dando resultados", señaló el profesional.
De hecho, sólo el volante colocolino Marco Villaseca pasó la noche casi en vela, pidiendo una bolsa de hielo para tratar de calmar un pesadísimo dolor de cabeza.
Tras el almuerzo y la siesta, los jugadores seguirán con la tarde libre y tras la cena está programada -al menos en el papel- una "actividad grupal privada", la mejor manera que se encontró para definir una sesión de sketchs, canturreos y chistes que tan cabalístico resultado dio para el pasado partido con Paraguay.
