SYDNEY.- La ciudad de Sydney se estremeció este sábado al paso fulgurante de dos centellas estadounidenses, que confirmaron su categoría como el hombre y la mujer más rápidos del mundo.
Marion Jones, la morena de la sonrisa fácil, partió de los bloques de salida como una tromba y ganó el oro en los 100 metros planos en 10,75 segundos, con una amplia ventaja de 37 centésimas sobre su rival más cercana, la griega Ekaterini Thanou.
La versátil estadounidense, de 24 años, cumplió así la primera de sus metas en su esfuerzo por conquistar cinco títulos en Sydney. Ahora tiene por delante los 200 metros, los relevos de 4x100 y 4x400 y el salto de longitud.
"Para mí es un signo de grandes cosas en los próximos dos días", dijo Jones entre lágrimas de emoción. Y agregó que "este ha sido mi sueño por 19 años de mi vida. Es un sueño hecho realidad. Es increíble".
Mientras Jones, envuelta en la bandera de su país, daba la vuelta olímpica agradeciendo los vítores de los 110.000 aficionados reunidos en el Estadio Australia, los hombres hicieron su aparición sigilosamente.
Encabezados por el recordista mundial Maurice Greene y su compañero de prácticas, el trinitario Ato Boldon, los velocistas fueron ocupando sus posiciones en la línea de salida y el estadio enmudeció.
Al sonido de la pistola, Greene salió catapultado en el carril cinco y a los 50 metros ya tenía una ventaja decisiva sobre Boldon, que corrió por el ocho. A pesar de un ligero viento en contra, Greene detuvo los cronómetros en un excelente 9,87 para ratificar su supremacía en la prueba reina del atletismo.
"Gracias Señor", dijo Greene con voz entrecortada, tras cruzar la meta y caer de rodillas implorando una oración. El estadounidense, que arrojó una de sus zapatillas a la tribuna, sumó así el oro olímpico a su impresionante palmarés que incluye dos títulos mundiales de los 100 metros, uno de los 200 y otro en los relevos de 4x100.
Es además el único hombre en la historia que ha podido correr la distancia en menos de 9,80 segundos, con el récord mundial de 9,79. La victoria también representó para Greene un merecido premio a su perseverancia después de que no logró clasificar a los Juegos Olímpicos de Atlanta '96.