VIÑA DEL MAR.- Karim Alami no tenía por dónde ganar a Marcelo Ríos. La historia le era adversa (tres derrotas contra ninguna victoria), el trajín le era adverso (venía de jugar Copa Davis en la calurosa Rio de Janeiro ante Brasil), el público le era adverso (no hubo un momento en que las cuatro mil personas que abarrotaron el Club de Tenis de Las Salinas dejaran de acosar su juego) y por último la concentración le era adversa (a uno no le gustaría ser raqueta de él, salvo que fuera masoquista).
Sin embargo, esta noche Karim Alami no sólo le ganó a Marcelo Ríos sino que dio una clase de fuerza mental y de regularidad como pocas veces se le ha visto en su carrera.
Un 7-6(1) y 6-2 en una hora y 25 minutos para que el marroquí se lleve grabado a la casa y se lo muestre a los nietos, porque supo resolver magistralmente la presión de Ríos hacia su revés y porque tuvo la calma casi de ajedrecista para asegurar los momentos más claves de un partido que estaba escrito para él, pero como el villano que terminaría llorando.
¿Ríos? Parejito, como diría un humorista, metiendo derechos paralelos a veces insalvables, pero incapaz de sacar del fondo de la cancha al africano. Eso, sin contar con las seis dobles falta cometidas sobre todo en los instantes en que se definía cada set.
Si los hinchas se fueron tristes, no menos tristes deben estar los organizadores de la fiesta, porque nadie esperaba que el novio se fuera casi antes de empezar el matrimonio.
La derrota del chileno no sólo le impide seguir manteniéndose undécimo en la Carrera de Campeones sino que transforma en trauma la impotencia de jamás haberse impuesto en un torneo en casa.
Alami tiene la culpa.
Y se lo va a contar a sus nietos.