SANTIAGO.- Con Mario Mosquera es absurdo jugar póker, porque aunque pregonaba la satisfacción del directorio por haber logrado "un acuerdo unánime" en la elección de Pedro García como nuevo entrenador de Chile, su rostro se mantuvo sin un rictus que reflejara la tensionante jornada vespertina que se vivió en las oficinas del fútbol chileno.
Dos horas y cincuenta minutos después de que se inició una de las reuniones más intrincadas al seno del fútbol para elegir a un director técnico de la selección, los participantes presentaron a García, quien asumió oficialmente el cargo hasta el próximo noviembre, cuando culmine el actual proceso clasificatorio para el Mundial de Japón y Corea 2002.
Esas casi tres horas fueron duras. García estuvo a punto de bajarse, por los comentarios de la prensa sobre su participación en el equipo chileno Sub-20 que hace 22 años falsificó la edad en los pasaportes, tema que el propio Mosquera se encargó de sepultar definitivamente en la conferencia, negando que alguna vez hubiese existido un acta de acuerdo en la Federación de Fútbol que lo imposibilitara de por vida a hacerse cargo de una selección.
Ante ese panorama, Mosquera tenía un camino: Ramón Díaz, lejano, pero camino al fin, que sin embargo no cayó seducido por la labia del abogado y prefirió mantener sus cuatro millones de dólares que, finalmente, esfumaron cualquier opción para que él se sentara en la banca.
Tras nuevos telefonazos y con la convicción de que él mismo apoyaría a García en el tema de Paysandú, el presidente salió al ruedo de la prensa al atardecer, satisfecho, tal vez contento, aunque su cara se quedara callada.
Mosquera, eso sí, tiró un as a la mesa y dijo muy suelto de cuerpo que lo que se le pide al ex comentarista es clasificar y que si lo logra "tendrá un premio especial", que debería significar ganar algo más que los 17 mil dólares que extraoficialmente se ventila como el sueldo mensual del nuevo estratega. Mucho menos de los cuatro millones de dólares que solicitaba Díaz.
García se puso el desafío al hombro y explicó que, por la premura ante el partido con Perú, el teléfono será su mejor aliado para sondear a los chilenos que actuán en el extranjero. Sólo en casos demasiado justificados, el técnico viajaría fuera de Chile, aunque su atención -dijo- estará en armar un cuadro con experiencia con la gente que él ya conoce, y que elegirá con la ayuda de un técnico que lo asesorará y que por ahora -debido a que "aún está en un equipo"- mantiene bajo llave. Sólo filtró que Rafael Arriagada será su preparador físico.
No descartó conversar con aquellos jugadores que no quieren ver la Roja ni en pintura: hablamos de Sierra, Fuentes y Acuña, quienes tal vez cambiaron de parecer con la partida de Nelson Acosta.
Por ahora, García confirmó un amistoso con Honduras como preparación y -si puede contar con los jugadores que él convoque del exterior- no descarta un paso por Guatemala.
Fue entonces cuando Mosquera se levantó del asiento. Había que empezar a trabajar para el partido con Perú, dijo con su cara de póker y partió con García.
Las cartas arreglan el juego en el camino.