BUENOS AIRES.- La derrota ante Boca Juniors causó conmoción en el seno de River Plate, y por estas horas el más cuestionado es el entrenador Américo Gallego, que, pese a mantener al equipo primero, no cuenta con el respaldo de la hinchada.
El clima interno en el plantel riverplatense tampoco es el mejor porque la caída frente al rival de siempre caló hondo en el ánimo de los futbolistas, que debieron, incluso, tener que "charlar" con los integrantes de la denominada "barrabrava", que pidieron "explicaciones" por la nueva derrota.
Los pasillos del estadio Monumental parecen tener vida propia y son pocos los dirigentes que ya le habrían retirado su apoyo a Gallego, aunque son conscientes que sólo el título número 30 podría calmar las aguas.
Los diarios de Buenos Aires reflejan en sus ediciones de hoy el malestar que se palpa en River, teniendo a Gallego en el ojo de la tormenta.
Una encuesta que realizó el matutino "La Nación" sobre 200 hinchas de River, arrojó un resultado impensado, ya que el 58 por ciento opinó que Gallego debe dejar de ser el técnico de River, mientras que sólo el 42 por ciento quiere que siga en su cargo.
En tanto, un 37,9 por ciento pidió por la vuelta de Ramón Díaz a la conducción del equipo, mientras que Enzo Francescoli acapara el 20,7 por ciento de los votos, y Daniel Passarella sólo acumula un 10,3.
Por su parte, el diario "Clarín" se preguntó "¿Por qué River sufre el síndrome Boca?", y en un extenso análisis señala que "se advierte con nitidez que River-equipo, ante Boca, sólo está convencido de que algo malo le puede ocurrir".
A los cuestionamientos de su público y de un gran sector de la prensa especializada, a River le llueven las críticas de ídolos de la institución como Norberto "Beto" Alonso, quien dijo que los superclásicos "se ganan con actitud. Hay que ir a la cancha de Boca a ganar", en declaraciones publicadas por el diario deportivo "Olé".
Gallego no las tiene todas consigo, y la paciencia de los hinchas por las derrotas frente al acérrimo rival se terminan. La dirigencia y los jugadores lo saben, y deben demostrar enseguida que pueden revertir este mal momento.
Pero también son conscientes que la obtención de un título no podrá cerrar la herida de la goleada en la Bombonera, la que sólo cicatrizará cuando venza ese maleficio.