SAO PAULO.- Emerson Leao fue mítico. Un par de tapadas suyas bastaron para que un desgastado Brasil lograra el cuarto puesto en Alemania y fuera más decorosa la pérdida del campeonato mundial. Pero ahora de héroe, el ex arquero pasó a ser un "burro" para la torcida brasileña que lo crucificó a insultos durante y después del partido que anoche Brasil empató con Perú por las clasificatorias mundialistas.
"Nos han perdido el respeto", bramaba, entre arrogante y humillado, el director técnico de la selección brasileña de fútbol al final 1-1.
Los hinchas no parecen tan preocupados ante la posibilidad de que Brasil no llegue a clasificarse como ante las causas de que el equipo que la FIFA todavía considera "el mejor del mundo" se haya convertido en una mediocre selección sudamericana.
La nueva decepción de la selección brasileña no cuestiona la acción del entrenador Emerson Leao, sino más bien pone al desnudo la estructura viciosa del fútbol brasileño, con equipos que juegan hasta tres torneos simultáneos a fin de llenar la caja de los clubes, lo que les deja muy poco tiempo para la selección.
Leao afirma que es preciso "cambiar de mentalidad". "Es muy difícil formar un equipo si no tenemos tiempo para entrenar; nuestros adversarios ya sienten que pueden derrotarnos incluso en nuestra propia tierra", agregó.
Si el empleo de Leao todavía no está amenazado por la pobreza del desempeño de la selección, sí parece estarlo el del todopoderoso presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira, quien difícilmente será reelegido para el cargo que desempeña hace doce años.
Como consecuencia de los resultados mediocres alcanzados en las eliminatorias, la selección brasileña dejó de ser el producto valioso que era en 1994, después de ganar por cuarta vez el Campeonato del Mundo, cuando cobraba 1 millón de dólares por jugar un amistoso.
Hoy, una presentación de la selección brasileña no cuesta más de 400.000 dólares, pero esa suma puede caer aún más si en el equipo no figuran por lo menos dos "extranjeros".