SANTIAGO/ROSARIO.- Nada que hacer. Si Cobreloa cayó en Calama ante un juego táctico de Rosario Central (3-2), en suelo trasandino no fue siquiera capaz de comprometer la clasificación del cuadro que dirige Edgardo Bauzá y que dirige magistralmente Ezequiel González camino a la Copa Libertadores.
El 1-1 con que terminó el encuentro de vuelta por los octavos de final sólo es un espejismo de lo que ocurrió en la cancha del Gigante de Arroyito. Porque Tombolini, el portero rosarino, apenas contuvo el peligro en una ocasión -tiro desde fuera del área de Meléndez- y el resto sólo fueron balonazos que terminaron la mayoría de las veces atrás del arco argentino.
Rosario dominó el juego. Mejor dicho, Ezequiel González manejó el encuentro con sus gambetas, con sus habilitaciones, con sus piques cortos, con todo la calidad que lo llevó a despertar el apetito del fútbol italiano. Fue mucho para los loínos. Y más encima, el juego aéreo de Pizzi nunca pudo ser controlado por la errática defensa chilena.
Baldivieso, en el otro lado, apenas fue capaz de tirar un par de centros. Poco, muy poco si se necesitaba ganar el partido para tener una opción de llegar a los cuartos de final del torneo continental.
El gol de De Bruno premió el mejor juego del cuadro local y terminó por sepultar el sueño minero. Porque ni siquiera los despertó de su letargo, que recién vino a finalizar con las expulsiones del boliviano Baldivieso y de Cornejo tras fuertes faltas sobre Lequi y González, respectivamente.
Lo único rescatable fue el tanto de Tagliani. Porque le dio el empate a Cobreloa, por nada más. Pero fue poco, nada para aspirar a la siguiente fase, como rezaba el sueño loíno. La realidad fue y es tajante: Cobreloa quedó fuera de la Copa Libertadores porque no hizo los méritos suficientes. Así de claro.
