Era un sábado en la tarde, de ésos deprimentes, así que me fui, me bajé del auto corriendo -eran las 7.25- y llegué al cine. Me moría por ver "Casi famosos" en una sala antigua, gusto que tengo marcado desde "Cinema Paradiso".
Por mucho que corrí, no hubo caso. El diario estaba equivocado y en vez de ser en cinco minutos más... había empezado hacía rato. De todas formas, el señor de la puerta -con la amabilidad que los personifica y la trayectoria que los hace tener mas tino y sentido común que mil capacitaciones de "Mall People"- me dijo amablemente:
- Señorita, si quiere entra igual, pero la película ya lleva casi media hora...
- No, muchas gracias -le dije-, prefiero esperar hasta las diez.
No tenía nada que hacer, así que boté el tiempo buscando un asiento en "Los Cobres". Lo encontré y el banco me habló.
Fue mi primera cita, como en sexto básico, mi primer amor, Diego, con el cual patinamos románticamente en ese lugar. Me estoy poniendo vieja, pero me gustó acordarme de él, ya casado y con varios hijos.
Volviendo de tantos años, me di cuenta que ya estaba medio oscuro y que en la pista de patinaje, ahora hay luces, rampas, y mucha vida de adolescentes subiendo y bajando en skates. Quise abrir mi libro, pero no pude. Es más, quise seguir internándome en mis primeros amores, pero no logré sacar de la vista los jeans caídos, las cadenas que los afirman y a la vez lo botan, el uniforme profesional de los patinadores.
Observé un buen rato y me morí de ganas de saber algo de ellos, pero no parecían de lo más sociables. Me inspiraba un cierto respeto su dedicación y concentración por hacer bien sus piruetas, así que espere el descanso de uno para acercarme.
- Hola, soy Amanda...
- ¿Me hablai a mí?
- Sí, ¿cómo te llamas?
- Ignacio.
- Hola, esteee, ¿te daría lata contarme un poco de cómo es lo del skate?
Me miró raro un rato y luego me dijo: "Súbete mejor, así es más fácil explicarte, ¿o no te atreves?". Frase clave, ahí empezó el desafío.
Debo admitir que era un poco riesgoso, y me daba entre plancha y miedo caerme mucho, pero "no te atreves" era mucho.
- Démosle, le dije, enséñame...
Ignacio tenía 17 años, vivía cerca de ahí, y siempre los fines de semana se iba a practicar, quería postular a alguna competencia en Estados Unidos o algo así, pero sus viejos, no lo apoyaban mucho. Por eso quería ganar alguna competencia internacional y así poder ascender de a poco.
De a poco no fue la palabra que utilizó conmigo. Al contrario, me tiró a los leones al tiro. Me puso en el tope de una de las rampas más altas y me tiró para abajo. No fui tan valiente, debí haber abierto los ojos o algo, fue demasiado, e Ignacio y todos los que estaban mirando me tuvieron demasiada fe.
No recuerdo mucho más de esa tarde, estuve en cama una semana, con todo apagado. Un mes, sin hacer deportes.
Cuando me levanté, ya habían sacado la película de cartelera. La estoy esperando en el cable. Tanto tiempo en cama que eché a perder el video.
Amanda Kiran