BARRANQUILLA.- Era cumbia. Un megamix en la mitad de la cancha. Había que pegarle un palo a Grisales, a Hernández, a Aristizábal, a López, a todos los de amarillo para que prestaran la pelota. Los chilenos ni siquiera sabían si el balón estaba inflado cuando una inexplicable mano de Maldonado a la entrada del área fue cobrada penal por el juez Larrionda, y Aristizábal -siguiendo con la cumbia- le pegó un macé para el uno a cero.
Ni Freud habría sido capaz de descifrar la pesadilla de los once chilenos en Barranquilla, ante un equipo como el colombiano que le bastó 45 minutos para desgastar cualquier resistencia, con toques sutiles, un impresionante despliegue de Grisales (que incluso se dio el lujo de desaparecer en el segundo tiempo e igual fue la figura del partido) y una marca atosigante a la débil salida chilena.
Un viejo partido entre Palestino y Santiago Morning en San Carlos de Apoquindo quedó en la retina memoriona por el pasadizo que dejó esa vez un impotente Eros Pérez. Esta noche fue un calco, porque al defensa de Colón no pudo agarrar ni en sueños a López, que más encima apoyado por Hernández, desnivelaron la cancha por la derecha.
Aunque Colombia no tuvo mayores jugadas de riesgo, la ventaja por puntos era tan inmensa que parecía que en cualquier momento Chile caía nocáut. La expulsión de Galdames redobló el trabajo de Villaseca -otro partido con números azules- y complicó el trabajo de la zaga, siempre lenta y a destiempo ante la lluvia de centros y desbordes amarillos.
Sin embargo, en el segundo tiempo, la entrada de Marcelo Corrales y la porfía del técnico Pedro García por poner una línea de cuatro -una suerte de "abanico" que se abría y se cerraba de acuerdo a las circunstancias- provocaron los mejores momentos de Chile. Como diría Warhol, la "Roja" tuvo exactamente sus quince minutos de fama, con Corrales como epicentro, aunque se haya perdido un gol en el área chica, ante la rápida salida de Calero.
Como consuelo, Colombia fue un fantasma en el segundo tiempo. Salvo Arriaga, que ingresó avanzado el partido y que no fueron capaces de lacearlo, los embates colombianos de diluyeron, Pozo por la derecha se juntó más con Neira (que suplío a Valenzuela) y con Montecinos, dejando a Corrales a la caza de algún rebote. Hubo un par de sustos para Calero, pero el cansancio del primer tiempo cobró caro, Corrales salió lesionado, Neira desapareció y la defensa no tuvo fuerzas para afirmar los parches por donde le entraba el agua.
Molina y Arriaga, frescos en todo sentido, comenzaron al final del partido a entrar sin respeto. Y fue en una de ésas cuando Arriaga se llevó a Reyes -que ni colgado del cuello pudo agarrarlo- para bombardear a Vargas y anotar el dos a cero.
Chile, entonces, quedó a medio camino de lo que fueron los partidos con Ecuador y Venezuela. En la boca queda el gusto de que tal vez García debió arriesgarse con su esquema de la segunda etapa durante todo el encuentro, pero ahora -ahora que hasta Brasil puede tocar en el destino- es muy fácil ser general después de la batalla y ofrecer un palo para pegarle de una buena vez a tanto colombiano de amarillo rondando por el área.