SANTIAGO.- Los primeros quince minutos de Colo Colo en el partido ante Independiente debe ser lo mejor que ha hecho el elenco albo en los últimos años a nivel internacional. Gabriel Mendoza dominando la franja derecha como si tuviera diez años; Marcelo Espina manejando la doble función de marca y enlace; José Luis Sierra metiendo pelotazos, y Sebastián Rozental con Héctor Tapia moviéndose en el área rival como en los viejos tiempos en Japón.
Era tan difícil para la zaga argentina tomarle la mano a los chilenos que no extrañó que tempranamente un centro de Tapia desde la derecha (sólo Dios sabe si quiso tirar al arco) se transformó en un suave semiglobo que el portero Sala, en su intento por mandarlo al córner, ayudó a meterlo hasta el fondo del arco.
Clímax para quince minutos de alto vuelo. Como para ilusionarse con un segundo gol. Pero poco a poco, los colocolinos de entonces ya no fueron los mismos. Inexplicablemente, Villaseca y Espina prefierieron guarecerse, acrecentando el trabajo de Guiñazú, que empezó a manejar los hilos en el medio y a teñir de rojo un partido que debía ser simplemente blanco.
El pecado de Independiente fue la impericia en el arco de Ramírez (la verdad es que el portero chileno no pasó demasiados sustos en la primera etapa), aunque en el segundo tiempo los cambios introducidos por Enzo Trossero (Vuoso por González y Galván por Franco) posibilitaron que los argentinos abrieran la cancha, presionaran la cansada y atolondrada salida colocolina, y que se arrimaran al empate en una de las tantas llegadas al arco chileno.
A los 73', Galván recogió una pelota en el área y su remate trabado se coló por encima de la resistencia de Ramírez, en una acción bastante parecida al gol de la apertura.
En ese momento, en pleno empate, Independiente tenía las apuestas a favor para llevarse el partido al menos por puntos. Mejor plantado, menos cansado, más incisivo, tal vez su único pecado había sido desarmar la dupla Guiñazú-Forlán, sólo por la torpeza del uruguayo que se fue expulsado con David Henríquez por pegarse manotones en el área chilena.
La gracia de Colo Colo estuvo en que le tomó la mano a la fortuna y, en la primera contra tras el empate, Sierra encaró por la derecha, metió el pase más preciso de la noche para que Villaseca enganchara en plena área y con un derechazo le diera una lección a Luis Chavarría sobre cómo define un jugador sin técnica. De paso -y lo que es importante- el remate dejó arrodillado a Sala, que la tuvo que ir a buscar al fondo.
De ahí en adelante, el disco volvió a sonar conocido. Independiente se arrimó, pero con más ímpetu que ideas y aunque Ramírez tapó un par de cosas que le valieron la ducha posterior, no hubo grandes sustos para la retaguardia colocolina.
Lo que vale es que Colo Colo sacó la tarea adelante. Y por lo visto en el Monumental, no parece descabellado pensar que los puntos perdidos ante Corinthians puedan ir a buscarse a Avellaneda. Tal vez en esa ocasión también basten los quince minutos de fama.