SANTIAGO.- El que juega póker sabe que guardarse una carta -en la mano, no bajo el mantel que es de indecentes- es el placer de un riesgo que puede terminar muy bien o muy mal. Difícilmente Juvenal Olmos, el técnico de la UC, se va a arriesgar nuevamente a jugar una partida como lo hizo esta noche frente a Cerro Porteño, en que el cuadro cruzado ganó 1-0 por la Copa Mercosur.
El que juega póker y se guarda la carta lo hace por táctica, lo mismo que debe haber pasado por la cabeza de Olmos que salió a enfrentar a los paraguayos con un excesivo celo defensivo, sin Mirosevic, Valdebenito ni Norambuena, tal vez los tres jugadores que más alegría y poder ofensivo le han dado a los universitarios en el último tiempo.
La apuesta del joven entrenador casi se pagó demasiado cara. En la primera etapa -una fría siesta en la neblina de San Carlos- las escasas ocasiones para olvidarse de los bostezos corrieron por cuenta de un par de entradas de los delanteros de Cerro, que inquietaron al titubeante Walker.
La mano cambió notoriamente cuando Zelaya se hizo expulsar torpemente y obligó a Jacquet a variar el esquema, al sacar a Francisco Ferreira -uno de los delanteros- por Caballero, encargado de la marca.
Eso y el ingreso de Mirosevic -la carta bajo la manga de Olmos- echaron la suerte a favor de la UC. El mediocampista entró ganoso, provocó cuatro remates de riesgo contra el arco de Bobadilla y logró en diez minutos lo que no se había podido en todo un tiempo: bajar la pelota, hacer jugar a Díaz y sorprender.
Sobre todo, sorprender.
Quizás en la jugada de menor riesgo, una mano de Martínez significó el centro de Ormazábal que capturó Díaz arrojándose al piso. Lo suficiente para que a los 14' del complemento Bobadilla descuidara el poste izquierdo y viera la pelota entrar por el hueco pequeño.
La UC tuvo un par de ases más para jugar, pero prefirió contenerse. Cerro, herido, pero sin ideas, adelantó las líneas (¿cuántas veces cayeron los cruzados en la trampa del fuera de juego?) aunque jamás inquietó a Walker.
Triunfo merecido. Por los veinte minutos del segundo tiempo en que los cruzados pasaron por encima de un irreconocible Cerro (sin Alvarenga y con diez hombres poco pueden ofrecer); por la potencia inusitada que Mirosevic puso en la cancha, pero por sobre todo gracias a la fortuna de Olmos que pudo ver cumplida en la mesa cómo las cartas que tenía guardadas le hicieron ganar una mano que por poco se le queda vacía.