ESTOCOLMO/SANTIAGO.- No era partido para hora y cuarenta. Russell daba insoslayables muestras de cansancio ante el demoledor juego de Ríos, inclinado hacia el revés del rival, pero con claras intenciones de agotarlo moviéndolo por todo el fondo de la cancha. Sin embargo, tras el rápido 6-2 del set inicial, el chileno dejó crecer a su tímido adversario.
La segunda manga se recordará como el resumen de los momentos en que Ríos no termina por cerrar los partidos y -en un indirecto afán de suspenso- ayuda a sus adversarios para que crezcan pese a sus discretos atributos.
Russell, sin hacer nada del otro mundo, salvo seguir corriendo, empezó a devolver los aún inestables servicios del zurdo, un arma que podría ser incluso más letal. Tras quebrar en el sexto juego, el estadounidense sólo necesitó sacar con regularidad y esperar que su rival fallara sus intentos de seguir moviéndolo, debido a que en este martes Ríos no tuvo en el revés cruzado a su mejor arma.
El tercer set nuevamente parecía fácil para el chileno. Luego de recuperar su raqueta del comienzo (Ríos cortó cuerda dos veces y mandó a encordar su arma inicial), el zurdo recuperó la movilidad y los golpes ajustados. Con 2-0 y su servicio, parecía pan comido. Pero nuevamente los errores (aproximaciones a la red muy débiles, que fueron presa fácil de al menos tres passing paralelos del estadounidense), impidieron la paliza. Sólo la discreción del rival, que no pudo emparejar las cifras pese a los quiebres y que entregó su servicio inmediatamente, impidieron el bochorno.
Si a estas alturas el año lo que vale son los resultados, tarea cumplida con el 6-2, 3-6 y 6-4. Pero Ríos no podrá darse el lujo de rememorar viejas lagunas el jueves, cuando deba enfrentar al Sébastien Grosjean, que superó a Mark Philippoussis por 6-2, 5-7 y 6-2.
Palabras mayores que no perdonan.