ESTOCOLMO/SANTIAGO.- Difícilmente el sueco Thomas Enqvist podrá repetir un tenis tan preciso, apenas matizado por los errores propios del cansancio de un partido que Marcelo Ríos forzó a tres sets, a dos horas y media, y a una incertidumbre que pocas veces se dilucida recién al final.
En los cuartos de final del torneo de Estocolmo, dato que cobra relevancia considerando el inusitado fervor de los suecos para con su consanguíneo, el local terminó sudando y ganando con mucho esfuerzo por 6-4, 6-7(7) y 7-5 al chileno que nunca dio su zurda a torcer.
Si se escarba buscando momentos bajos del chileno, sólo un meticuloso podría encontrar grandes detalles. El primer episodio, un monumento a la precisión de parte de ambos tenistas, se decidió en la primera pelota de quiebre, cuando Ríos mando ancho un derecho y, en el punto de set, el sueco lo sorprenidó con un revés paralelo.
Esa fue la única aunque gravitante diferencia. Un par de quiebres mutuos en la segunda manga apenas nublaron la regularidad de ambos. Ríos mantuvo sus altas dosis de buenos servicios y aunque pretendió jugarle al revés del europeo, Enqvist estuvo en un día inspirado, donde la potencia de sus golpes, sobre todo su famoso derecho cruzado, se convirtieron en misiles dañinos e incontestables.
Enqvist llegó a tener en el desempate del set dos puntos de partido, pero justo en los momentos en que la multitud ya aclamaba la victoria, el chileno ganó la mejor pelota del partido yéndose a la red para tocar suave una pelota a la que llega el sueco, quien despacha un derecho profundo. A la carrera, Ríos le envió un globo y la respuesta del local la define con un toque a un ángulo. Ante tamaña jugada, el sueco se derrumbó y entregó el set con un revés largo.
La manoseada frase de que el juego estaba para cualquiera había que revivirla. El juego estaba para cualquiera, entonces, porque otro quiebre mutuo fue apenas un toque de alerta, del que salió mucho más airoso el chileno.
Por primera vez en el juego, el sueco mostró signos de debilidad, a tal punto que Ríos, con la cuenta 4-3 a su favor, llegó a estar 15-40 ante el saque del escandinavo, pero un segundo aire de precisión del local le aguó la fiesta.
Quizás la única gran desaplicación de Ríos fue en el 5-5, cuando el chileno cedió du servicio en base a sus propios errores y dejó la puerta abierta para que, con pelotas nuevas, Enqvist cerrara el partido a misilazos.
Pese a la derrota, Ríos tiene que dormir tranquilo. No sólo no se rindió sino que dio muestras de levantar la cabeza y el ánimo cuando la cuenta le hacía la desconocida.
Eso se aprende con los años y como Ríos tiene muchos en el tenis y pocos en la vida, lo que se viene tiene sólo un camino: seguir subiendo.