En el cuarto medio éramos diez amigas muy amigas, de esas íntimas. De las diez, cada una tenía un interés distinto y todas apoyábamos eso, pero cada una intentaba inculcar en el resto lo que más le gustaba.
A la Paz le fascinaba bailar, mucho; tenía un ritmo envidiable, era coordinada, arriesgada, le gustaba probar nuevos movimientos, y le encantaba ordenar al resto. En uno de sus grandes desafíos, presentó un proyecto de coreografía para el final de año. El elenco era, ni más ni menos, nosotras diez.
Ella se había propuesto enseñarnos un baile que tenía en la cabeza, inspirado en "When Doves Cry", una canción de Prince. Para eso nos juntó y nos mostró, muy convencida, los atuendos que utilizaríamos; nos inculcó lo que esperaba de nosotras, delegó responsabilidades y fijó los días de práctica, que serían demasiado seguidos y demasiado extenuantes.
Estábamos todas anonadadas, y aunque no éramos unos troncos igual era difícil traspasar todo lo que quería la cabeza de la Paz a nuestros cuerpos.
Partimos los ensayos con varias bailando muy bien. Otras -como yo- no tanto.
La Paz, una verdadera reina de la peciencia, se empeñaba en tomarse todo el tiempo del mundo para enseñarnos todo. Después de un sudado mes, el esquema fue saliendo casi a la perfección, así que el día de la presentación nos vimos tan relajadas que lucimos muy lindas y esbeltas frente a todo el colegio, en el que sería el último día de la primera mitad de nuestras vidas.
No faltó nadie. Se juntaron profesores, alumnos, amigos, enemigos, auxiliares, sicólogos, rectores. Una suave epidemia de cosquillas en la guata atacó a nueve chicas vestidas de blanco y a la Paz, de rojo y más tranquila, todas esperando el comienzo de la danza.
Era una noche de luces y estrellas. Bailamos como nunca, Prince tampoco había desteñido. Fuimos muy celebradas, porque todo salió perfecto y eso lo disfrutamos mucho...
...Paré de pensar. De pronto estaba en el presente, ante una luz roja. Me estacioné en Bellavista, junto a un teatro chico donde se presentaba "Respirando por ti", coreografía a cargo de Paz Pizarro, la jefa de la compañía "La Paz".
El estreno era a las diez, pero con la Paz y otras dos amigas ya habíamos llegado con quince minutos de anticipación. En el foyer andaba la mamá de la Paz con cara de chocha, un gesto que poco a poco fue contagiándonos al recordar nuestra experiencia colegial. Un pestañeo de luces nos obligó a entrar al salón oscuro.
Una suave música comenzó a invadir el lugar y una luz tenue iluminó un cuerpo, vestido de verde, un verde profundo que penetró en todos los que veíamos a nuestra querida amiga, ya mujer, comunicando.
No alcanzamos a sentarnos, nos pilló en el pasillo, entre recuerdos e historia, entre saludos y futuro.
Se nos coló un frío en la piel, una humedad en los ojos, un deseo en la mente. Eramos parte del sueño hecho realidad de nuestra amiga artista, que se movía colosalmente rodeada de musas que entendían su arte y la ayudaban a comunicar.
Sólo las cuatro entendimos el sentido de esa noche; el logro; el esfuerzo; la autoestima. Sólo cuatro, el resto de la sala sólo se deleitó.