VIÑA DEL MAR.- Fernando González es otro. Sí, le sigue pegando fuerte, muy fuerte; se le siguen yendo derechos para el limbo de vez en cuando; sigue rompiendo raquetas cuando está enojado, pero es otro básicamente porque está pensando con un montón de cubos de hielo en la cabeza.
En el papel, el 6-4 y 7-6(5) que le endosó al argentino José Acasuso prácticamente nunca estuvo en riesgo salvo en el típico momento clave. Tras desperdiciar un quiebre, el chileno quedó 4-5 abajo en el segundo set, 0-40, y hecho un nudo de nervios.
"Traté de cambiar mi juego, porque como nos conocemos tanto, él sabía cómo le debía pegar", diría después del partido González. Pero la táctica esa que intentó a finales del parcial no le estaba dando resultado. Incluso quebró la raqueta y el árbitro le aplicó una amonestación.
Todo mal, o casi todo mal, porque ese desahogo fue vital. La pica fue transformada por la mente fría de nuevo en paciencia y no sólo ganó cinco pelotas seguidas para mantener su servicio sino que desmoralizó a su rival, que a su vez sentía que se había farreado la opción del empate.
No fue un partido brillante de González. Tampoco de Acasuso. Mucho nervio fue llenando la bolsa de errores no forzados. Sólo la solidez de golpes ganadores provocó el desequilibrio que le permite al chileno no sólo llegar a la semifinal del ATP de Viña sino que lo mete directamente en el torneo de Buenos Aires, la próxima semana, debido a que no alcanza a jugar las clasificaciones.
Otro regalo bien ganado por González, por el otro, el de mente fría. Ya es un hecho que de seguir así no será raro verlo muy luego y muy repetidamente con los brazos arriba.